1.5 Tendencias Milán: asientos con futuro y también pasado.
La típica silla de café de madera curvada es fuente de inspiración para recientes diseños de atractivo aspecto. Es el caso por ejemplo de la PLC de Pearson Lloyd, o Lancaster de Michael Young. Ambas con estructura de madera, la primera tiene el asiento y respaldo del mismo material pintado en colores, y la segunda de aluminio, creando un sugerente contraste. Son sillas que siguen la estela de otras de temporadas anteriores, como las de Naoto Fukasawa (Dejà-vu para Magis) o Jasper Morrison (Basel para Vitra), colegas y abanderados del diseño “super normal”. Algo que no les ha impedido revelarse como creadores geniales. Piero Lissoni, con Neve, apela a la memoria de la clásica silla de madera y a los amantes de los 50s: líneas rigurosas pero suaves, pata cilíndrica de perfil curvo y asiento algo aerodinámico.
Las versiones de muebles antiguos o clásicos del diseño, realizadas con materiales sintéticos (policarbonato, tecnopolímero termoplástico, poliuretano rotomoldeado), dejan claro que vivimos en la era del plástico. Siempre con la palabra homenaje por delante, diseñadores bien conocidos sacan partido de ellas y les otorgan un plus: ligereza, apilabilidad, transparencia…Y en suma, un look estilizado más contemporáneo.
Philippe Starck, con Eugeni Quillet, mira hacia oriente con Mi Ming. En Comback, Patricia Urquiola recrea la silla Windsor surgida en la Inglaterra del XVIII. Y la firma Serralunga hace con Barceloneta su “remake” de la silla Barcelona, que el arquitecto alemán Mies van der Rohe ideó en 1929 para el pabellón la Exposición Internacional celebrada en esa ciudad.
Los respaldos altos en butacas y sofás aportan a los asientos el factor confortable y de intimidad. Y en algunos casos también de fantasía. Eugene ilustra la maestría de trabajar la plancha de madera curvada. Wander’s Tulip recrea una envolvente corola tapizada. Mientras Citterio propone en Suita un respaldo alto opcional para un completísimo programa de sofás. Son piezas que también nos recuerdan como Charles Rennie Mackintosh ya los utilizó en sus sillas, a finales del siglo XIX, para delimitar espacios y ganar privacidad sin necesitad de levantar más tabiques.