Una gaudiniana cueva contemporánea frente al mediterráneo.
El encargo proviene de una joven pareja, que eligió una difícil parcela situada en una colina con una inclinación de 42 grados, pero dotada de unas vistas impresionantes. La tarea de los arquitectos ha consistido en la integración de la casa en el magnífico paisaje que le rodea y en orientar los espacios habitables hacia el mar.
El proyecto combina un presupuesto muy ajustado, un emplazamiento complejo y las ambiciosas ideas, tanto por parte del cliente como del arquitecto. La forma del edificio y de su cubierta metálica posee una calculada y ambigua estética entre lo natural y lo artificial. Cuando se observa desde abajo parece evocar la piel de un dragón tendido sobre el terreno, mientras que cuando se ve desde arriba recuerda a las olas del mar.
El programa se desarrolla en dos plantas que se adaptan a la pendiente del acantilado. En la primera se encuentra un gran salón conectado a una terraza en voladizo con una piscina, y en el segundo piso se alojan las habitaciones, con pequeños balcones que vuelan sobre la cubierta.
La vivienda está excavada en la ladera y se beneficia de la temperatura anual constante de 19’5ºC del terreno. Los espacios habitables están cubiertos por una doble estructura curvada de hormigón armado, que dialoga con la geometría de la parcela, a la vez que enmarca las vistas y canaliza las corrientes de aire provenientes del mar hacia el interior. Esta cáscara se apoya en muros de contención separados 14,5 metros entre sí, sin otros soportes, pilares o tabiques internos.
Gracias a esto, el espacio principal de la casa, organizado en islas de actividad, puede también convertirse en un escenario y en un auditorio para 70 personas, o en lugar de celebración de grandes fiestas, totalmente abierto al paisaje y con una terraza auxiliar separada por una fachada de vidrio móvil.
El sistema constructivo se basa principalmente en la artesanía y en la mano de obra local. La vivienda se construyó durante la peor crisis financiera desarrollada en España, con una tasa de un 36% de desempleo en la región en la que se ubica. En este contexto social, se decidieron evitar los sistemas de construcción industrializados y desarrollar una arquitectura con un carácter más artesano.
Los elementos más complejos de la casa pueden servir como ejemplo de este enfoque: la estructura de hormigón armado de la cubierta, realizado con un encofrado de metal ejecutado manualmente; las piezas de zinc que revisten la cubierta, fabricadas y colocadas a mano; los falsos techos de yeso; el mobiliario a medida de fibra de vidrio y resina de poliéster, diseñados a través de software de diseño digital, pero fabricado artesanalmente en el lugar…
En este proceso constructivo también se ha tratado de dejar espacio para la creatividad y la habilidad de los trabajadores. Esta decisión ha tenido importantes consecuencias en el resultado final, ya que debido a la complejidad y a la belleza del edificio, ha sido todo un reto para los trabajadores involucrados en su construcción, ya que les ha permitido adquirir nuevas habilidades que les abren nuevas posibilidades de trabajo. También les ha servido para recuperar la dignidad perdida en su profesión, que con los productos industriales se convierte en mecánica y repetitiva.
Una de las ideas más importantes relacionadas con este proyecto, es que para GilBartolomé Architectural Design Workshop, un edificio bello y útil no tiene porqué ser caro.
La casa cuenta con dos elementos complejos que han sido económicamente factibles gracias a innovaciones técnicas. La cubierta se ha realizado a través de un sistema de encofrado artesanal desarrollado en una patente por el ingeniero local Dr. Manuel Rojas, usando una malla metálica deformable muy eficiente. Esta técnica ha sido llevada a cabo con un coste mucho más bajo en relación a otros materiales que se utilizan comúnmente en la construcción para realizar encofrados, como la madera o el acero. La superficie de acabado de la cubierta está formada por escamas de zinc colocadas y fabricadas a mano, con un coste mucho más reducido que otros sistemas prefabricados ofrecidos por la industria.
A nivel energético, entre el interior y los muros de contención se ha dispuesto una cámara de aire de 40 cms que se utiliza para regular la cantidad de aire a 19,5ºC que se distribuye en el interior o ha de ser evacuada para controlar los niveles de humedad.
Otra característica importante es que la cubierta está formada por dos placas curvadas de hormigón de 7 cms de espesor, con una capa intermedia de 40 cms de aislamiento que se utilizó como encofrado en la ejecución de la hoja superior. Este método de construcción además de económico, permite una magnífica mezcla de aislamiento e inercia térmica.
Gracias a la combinación de estas dos medidas, la casa no utiliza ningún sistema de calefacción o aire acondicionado durante el año.
La planta de la que proviene el hormigón utilizado en esta obra se encuentra a menos de 10 kilómetros de distancia y supone una gran reducción de las emisiones de carbono.
Dentro del contexto de la arquitectura española – en el que durante las últimas dos décadas la industria de la construcción y los grandes desarrolladores han estado produciendo edificios de mala calidad y poco valor añadido, creando una cultura de baja demanda e instalando en la sociedad la idea de que la mala arquitectura que nos rodea es una consecuencia necesaria de nuestra era – esta casa muestra que otra construcción es posible y que el arquitecto y el usuario tiene la posibilidad de obtener un mejor producto a un precio asequible. Es una cuestión de ilusión, el talento y el compromiso con una idea entre todas las partes.
Fotografías: © Jesús Granada