Casa Sardinera de Ramón Esteve, un lugar para contemplar el mar.
Con una superficie de 1.285 metros cuadrados y apostando todo al blanco, la residencia es un conjunto de muros de hormigón que se “disparan en diferentes direcciones”, explican desde el estudio, generando múltiples escenas.
Por otra parte, todas las estancias de la casa están abiertas al horizonte, tanto las interiores como las exteriores. Las vistas de estas últimas quedan, a su vez, enmarcadas entre los planos de arquitectura y el agua de la piscina, recortada también hacia el horizonte.
El espacio exterior es una continuidad de la vivienda. Las líneas se extienden más allá de los muros y marcan las pautas de la vegetación, las zonas pavimentadas, la piscina y la iluminación exterior.
La casa tiene un fuerte «carácter tectónico”, opina el arquitecto valenciano, gracias a la expresividad de los materiales empleados: hormigón blanco entablillado y madera blanqueada pues en ocasiones llegan a mimetizarse, creando un lenguaje de continuidad y armonía.
Luego está el componente dramático: los largos voladizos horizontales que acotan los planos verticales y que se extienden buscando el mar, lo que genera porches que delimitan el extenso espacio de la terraza.
Por cierto, que, por su sistema constructivo, los voladizos no se apoyan en los muros, sino que encajan entre ellos, aumentando la tensión visual y “creando sensaciones contradictorias entre masividad y liviandad”.
La vivienda cuenta con dos fachadas longitudinales. La de acceso y la del este. La primera es más opaca para protegerla de la calle y el sol. La segunda es más transparente. Los planos verticales de hormigón se cierran mediante grandes cristaleras, que quedan resguardadas gracias a los voladizos y las cortinas.
En la planta baja se ubican las estancias de día, formando parte de un conjunto continuo y articulado por los muros de hormigón blanco. En el basamento están las zonas de servicio y el aparcamiento, una zona de gimnasio y piscina interior, con sauna y vestuario.
A otro nivel del terreno hay una piscina exterior pero conectada a la interior mediante una ventana longitudinal. Esto permite que la exterior proyecte sombras en la interior.
En cada uno de los volúmenes de la primera planta hay un dormitorio. Por cierto, aquí las vistas no son frontales, sino a través de esquinas de vidrio ya que, según Esteve, “logran visuales panorámicas mucho más interesantes”.
En los intersticios resultantes se introducen elementos vegetales que trasladan el jardín al interior de la casa.
El acceso se realiza a través de un volumen a doble altura, cuyos muros laterales focalizan la vista hacia el mar, ofreciendo el primer contacto con el horizonte. El salón, por su parte, adquiere un protagonismo y una dimensión singular pues una esquina de vidrio de seis metros de altura enmarca el Mediterráneo.
Luego está la escalera, que podría considerarse un elemento escultórico ya que los peldaños de vidrio translúcido dejan ver el mar.
El jardín es homogéneo y autóctono pero con zonas de carácter muy diverso. Por ejemplo, la zona de acceso, plana y soleada, cuenta con unos olivos de grandes troncos anudados, mientras que la zona en pendiente imita los sistemas de terrazas para cultivo. Pinos, cítricos y plantas aromáticas se distribuyen en los distintos estratos, rematados con muros de mampostería. Son el elemento de unión con el basamento de la vivienda.
Más detalles sobre los materiales: los muros de mampostería de piedra forman la base sobre la que emergen los volúmenes de hormigón blanco, sirviendo de enlace con el terreno. La madera, de accoya blanqueada, se ha dejado para los techos, el mobiliario y las lamas. Los cerramientos son de madera y vidrio. Las grandes bancadas suspendidas de los baños son de piedra natural.
El pavimento es de microcemento blanco, excepto el del exterior de ambas piscinas, que es de canto rodado plano. Para las piscinas, por cierto, se han utilizado diferentes tonalidades de blanco.
La Casa Sardinera es una vivienda eco. De hecho, tienen la certificación energética A. Ejemplos: está orientada de levante a poniente para aprovechar el sol y las corrientes naturales de aire. La fachada este queda protegida por los grandes voladizos, mientras que la fachada oeste cuenta con un cerramiento de lamas motorizadas orientables que protegen en verano y captan el sol en invierno.
Las superficies acristaladas son de vidrio de doble cámara con aislamiento térmico y acústico con control solar. Además, la vivienda presenta una envolvente de diez centímetros de poliestireno extruido de alta densidad para aumentar el aislamiento térmico.
En una de las cubiertas se ubica un sistema de placas de tubos de vacío que, mediante unos acumuladores, calientan el agua sanitaria y la de las piscinas. Lo complementa una bomba de calor que se alimenta mediante un sistema de pozos de geotermia.
Debajo de la piscina exterior hay un aljibe de cien mil litros, donde se direccionan las aguas pluviales que, posteriormente se utilizan para el riego, que se hace mediante exudación.
Toda la casa es domótica, lo que permite gestionar el consumo de energía de la vivienda de forma óptima.
El interiorismo es también diseño de Ramón Esteve. Su estudio ha realizado mobiliario a medida como la mesa del comedor, la de exterior o la estantería de vidrio y madera. La cocina se ha hecho en colaboración con bulthaup y la encimera de los baños – diseñada por el propio Esteve – con Porcelanosa. En cuanto a firmas de diseño, han recurrido a piezas de Jaime Hayón, Achille Castiglioni para Flos, Angelo Lelli para Arredoluce o las propias de Esteve para Vondom. También están presentes las marcas Paola Lenti y B&B.
Fotografías: Mariela Apollonio y Ramón Esteve.