El arquitecto Guim Costa rehabilita una humilde casa de pescadores en L’Escala, Girona.

La retícula urbana del casco antiguo del pueblo marinero de L’Escala (Girona) se configura mediante calles paralelas que dan directamente al mar, orientadas a norte. La distancia entre ellas suele ser de entre 16 y 20 metros. La ventaja respecto a otras disposiciones urbanas es que aquí todas las casas, de una forma peculiar, dan al mar, por muy lejos que estén de la primera línea. Al salir de ellas, a la calle, se ve el mar, más lejos o más cerca.

Dos de estas calles (Canyet y Sant Antoni), forman parte de este entramado urbano. En ellas se situaban las casas de pescadores, junto a otros pequeños comercios y oficios. También la casa que nos ocupa, remodelada hoy por Guim Costa Calsamaglia. Se trata de una casa de origen humilde, formada por planta baja y un piso, que a lo largo de los años ha ido sufriendo variaciones y ampliaciones para albergar nuevos usos y funciones.

Con la remodelación actual, en la planta baja se sitúa el salón-comedor-cocina; en planta piso, una habitación, un lavabo y un estudio; en el segundo piso, dos habitaciones y un lavabo. Y, en la cubierta, se ubica una piscina con solárium y un espacio de estar exterior. Un ascensor recorre todas las plantas de la casa.

Uno de los ejes principales que guió el proyecto fue la recuperación cuidadosa de lo pre-existente, dando valor a la herencia encontrada. En el segundo piso, estos elementos conviven con otros de concepción moderna en una planta abierta sólo segmentada por grandes puertas correderas.

Dentro del propósito de recuperación de lo pre-existente, lo primero que el proyecto contempló fue recuperar el patio trasero así como el nivel del suelo original. Con esta decisión, la casa recuperaba la ventilación y la luz natural en planta baja. Luego, y paso a paso, se fueron descubriendo los diferentes elementos que configuraban la construcción. Así se conservaron todas las carpinterías de la casa- balconeras y ventanas; también se recuperaron la paredes de mampostería y se recuperaron las vigas de pino de la antigua cubierta, reutilizadas para las nuevas particiones del primer piso o en los estantes de la cocina. Asimismo, se recuperaron las puertas interiores.

Las paredes de la planta baja y piso que se decidieron recubrir (las paralelas a las calles, por decisión de proyecto debido a que se aislaron con corcho las fachadas) se hizo mediante estuco de cal, a la manera tradicional, sin pintar. Se recuperaron los forjados de vueltas cerámicas de rasilla y vigas metálicas así como los de vigas de madera, que se cepillaron y se protegieron, realzando su protagonismo mediante la iluminación.

En la nueva casa, las escaleras, situadas perpendicularmente a la medianera del edificio, se convierten en la prueba “estratigráfica” de los diferentes periodos de evolución de la casa. En ellas se reflejan desde las trazas de la cubierta del cobertizo de la planta la baja original -de mediados del s.XVIII- y todo lo que después se sobrepuso, hasta el zuncho de hormigón, cerámica estructural y enyesado de la remonta actual.

Las nuevas plantas se han planteado como un añadido moderno que, sin embargo, armonizara con la actuación en las plantas inferiores, aunque sin esconder su construcción actual. Así, gracias a la solución constructiva para el techo de una losa de hormigón el espacio de toda la segunda planta es abierto, sin pilares interiores, que permiten la organización del espacio en tres habitaciones y un lavabo gracias a las grandes puertas correderas. Al mismo tiempo, mediante la abertura de dichas puertas, que se esconden en las paredes, se puede convertir en un solo espacio, abierto y luminoso.

Por último, en toda la actuación se ha priorizado la utilización de materiales naturales – corcho para el aislamiento, cerámica, hierro, estuco de cal, hormigón, yeso- y el mínimo uso de pinturas y barnices.