Dunas de madera en la nueva fachada marítima de Tel Aviv.
Un espacio libre, sin compartimentar, que se pierde en el horizonte entre el mar y el arranque de la urbe. Y que, ya antes de estar concluido se convirtió en un espacio lúdico. Y es que Tel Aviv no es una ciudad portuaria en la forma clásica, sino un centro de negocio y cultura, en el que el transporte marítimo es una herramienta y no el epicentro de su actividad.
La imagen clásica de oriente medio se diluye en la denominada por los europeos “Ciudad Blanca” – declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco – en la que la arquitectura Bauhaus impregna grandes zonas verdes y rodea el corazón financiero de la urbe, en mayor concentración de edificios del mundo del Movimiento Moderno.
Herederos de esta filosofía urbanística, el matrimonio de arquitectos israelíes formado por Udi Kassif y Ganit Maislits han planteado un espacio minimalista y funcional, en el que la naturalidad de las lamas de madera de pino evocan la continuidad del mar en al tierra –dunas- y engarzan en la piedra y el cemento que rodea éste oasis frente al mar
Un espacio que se complementa con un mobiliario urbano que respeta la pureza de los materiales y las formas naturales con los que se ha concebido este frente marítimo y que, a diferencia de lo que solemos encontrar en las urbes europeas, no vive de semejanzas o parecidos, ni pretende adquirir presencia por sí mismo, sino que pasa casi inadvertida en la inmensidad del conjunto.
No en vano, la regeneración del puerto de Tel Aviv y la restauración de sus hangares por parte de Mayslits Kassif Architects recibió el Premio Europeo de Paisaje Rosa Barba, en la 6ª Bienal de arquitectura del paisaje en Barcelona a principios de octubre. Y, lo que es más importante, también recibió el Premio del Público, en su primera edición. Lo que demuestra que la sociedad está preparada para un modelo en el que se prime el crecimiento sostenible y la estética natural.