109LAY: Una casa de veraneo en Cornellà de Llobregat
Vallribera Arquitectes maniobra en una superficie de 159 metros cuadrados para edificar una vivienda de verano en plena área metropolitana de Barcelona. Todo ello, dentro de la misma urbe, en una calle que mantiene el encanto de un pueblo a pesar de estar repleta de bloques de pisos.
La casa, por los cimientos
El nuevo proyecto de Vallribera Arquitectes traslada el verano a Cornellá de Llobregat. Y lo hace, en primer término, retirando la casa que se alza justo enfrente. Este movimiento permite reducir la superficie construida pese a llegar al límite de la profundidad edificable, garantizando la privacidad respecto a los vecinos y generando un espacio exterior en la fachada sur: con ello se consigue ganar un patio y un aparcamiento.
En este sentido, la planta baja se destina a zona de día y se divide en tres espacios. La primera zona es interior y cuenta con el salón, la cocina y el comedor. La segunda es exterior y se encuentra al fondo de la vivienda, espacio en el que se abre un jardín y un huerto. Finalmente, el tercer espacio se resume en un porche-invernadero, en la entrada, que puede ser interior o exterior y que hace de garaje, recibidor, sala de juegos, taller de bricolaje y de nexo entre las dos primeras zonas.
Por su parte, el primer piso se entiende como espacio de noche, y es donde se encuentran las estancias privadas de la casa. Dos habitaciones, una para dos inquilinos y otra individual, cada una con su respectiva terraza, un estudio y un baño.
Pulcro y tradicional
El material y el sistema de construcción estructuran la segunda fase de diseño de 109LAY, en un proyecto donde los clientes buscan un techo que los transporte a una casa de veraneo. Vallribera Arquitectes trabajó una construcción tradicional de paredes de carga y forjados unidireccionales.
Estos forjados son de viguetas de hormigón y bovedillas cerámicas mallorquinas. De hecho, recuerda a las casas antiguas, pero con un pequeño truco estructural contemporáneo: un entramado de vigas de canto de hormigón salva la distancia de seis metros entre ambas medianeras sin pilares, permitiendo luces pequeñas y estándares para este tipo de viguetas y bovedillas.
El diseño permite dejar techos vistos en toda la casa, cediendo el protagonismo a la cerámica rústica de la bovedilla. La vivienda se recubre de parqué y en las terrazas exteriores de madera de pino. Las paredes del porche-invernadero se hacen de ladrillo calado visto y, el pavimento, con adoquines de hormigón prefabricado. En ese sentido, la arquitectura bioclimática ha estado presente en las fases de construcción.
Mimetización en todo momento del año
El jardín es el patio de verano. El invernadero, el de invierno. Cuando hace frío, este segundo espacio cerrado aprovecha el sol para calentar los revestimientos con elevada inercia y el aire que recircula hacia el interior de la casa. Cuando hace calor, el jardín garantiza una brisa constante, una ventilación natural cruzada que va desde el fondo de la parcela hacia el patio de la entrada. Además, con esa condición climatológica, el porche, las persianas, los toldos y las lamas de la fachada protegen del sol y garantizan superficies de sombra.
El dimensionado de los grosores de aislamiento y la inercia de los forjados mantienen una temperatura agradable, cercana al confort térmico todo el año. Estas medidas de eficiencia energética permiten reducir a la mínima expresión las instalaciones de climatización a una estufa de leña y una máquina de aerotermia de dimensiones muy pequeñas. Se consigue un bajo consumo de energía y también se reduce el consumo de agua, recogiendo toda la lluvia de las cubiertas en dos depósitos superficiales para regar el huerto.