La modernidad ‘retro’ del nuevo proyecto de Brákara
Con el nuevo proyecto ubicado en el centro de Barcelona, el estudio de interiorismo catalán mezcla ambas tendencias estéticas en este piso de sesenta metros cuadrados, reformulando el espacio para priorizar el aprovechamiento máximo de luz natural.
Mezcla de estilos
Un apacible rincón en el epicentro de la vida barcelonesa. La nueva propuesta de Brákara Studio, un espacio de interiorismo liderado por Luis Peixoto, Rubén Da Silva y Alejandra Padilla, se esconde tras las bases de la lógica residencial: la reforma integral de un piso de sesenta metros cuadrados en el centro de Barcelona.
La presentación del diseño la desglosan sus autores mediante un aproximación precisa y esencial a los pilares básicos de su personalidad: el proyecto se define tras “un estilo muy particular, marcado por contrastes entre el estilo industrial, lo contemporáneo y unos toques vintage”. Esta mezcla de tiempos, entre antítesis estructurales continuadas, consigue un efecto perfecto de armonía y estabilidad.
El elemento principal para apoyar el discurso se sustenta en la búsqueda constante por dejar filtrar la luz a través de los máximos espacios posibles. La reforma del espacio, organizado en dos dormitorios, una habitación de lectura, un baño y una zona de día abierta, persigue la máxima iluminación procedente de la luz natural para facilitar la sensación de amplitud que emana de sus paredes.
Un destello natural
Desde Brákara consideran que el eje primordial de su propuesta se esconde tras el corte minimalista de la cocina, que dibujando una especie de L mezcla sus tonalidades blancas y negras para trazar una serie de líneas rectas que concluyen en una gran ventana de cuarterones sobre la zona de aguas. Dentro de esta panorámica general se incluyen “algunos detalles orgánicos que le dan personalidad, como el fregadero de estilo vintage con frontal visto y la campana negra cilíndrica”.
En el comedor es donde mayor se materializa la mezcla de estilos de la propuesta. Formado por una mesa redonda y sillas de madera oscura, el salón “procura crear una base neutra para potenciar la luz”. El negro y el blanco vuelven a ser los tonos protagonistas de este espacio que ha encontrado en los diferentes elementos de diseño la base sobre la que desarrollar la fusión de estilos, entre los que se han restaurado los radiadores originales de hierro y se han añadido objetivos decorativos de antaño, como una botella de sifón o un teléfono de sobremesa.
Las habitaciones, mediante la sustitución de las paredes por elementos divisorios como cristaleras, dejan entrar la luz en su máximo esplendor, protegidas por cortinas que permiten controlar la privacidad de los usuarios. Brákara destaca de los toques industriales de la habitación principal las dos lámparas colgantes de Marset sobre las mesitas de noche.
Dentro del proyecto, destaca la construcción de un rincón pensado para la lectura sosegada y pausada, un espacio en el que “el rey indiscutible es el icónico sillón de cuero negro Eames con su puf, complementado por la librería String, de los años 50, en metal negro y acacia maciza”.