Mayice Studio, vocación internacional y pasión por la luz para un negocio que cumple diez años
Imanol Calderón y Marta Alonso erigen, mediante el culto ininterrumpido a un diálogo que pretende integrar al espectador en la completa iluminación de sus proyectos, un diseño que valora la belleza de sus productos por encima de su funcionalidad.
Un legado arquitectónico
Entre las sombras que proyectan las voces de Imanol Calderón y Marta Alonso, ubicados en el estudio que ambos comparten en Madrid, Mayice Studio se va moldeando a través de los diferentes focos que atraen la atención de la pareja al repasar la trayectoria de la firma dentro del mundo del diseño. Studio Mayice, especializado en diseño de producto y arquitectura mediante el juego con la iluminación, apuesta por seguir creciendo tras casi una década en el mercado.
Tras las raíces arquitectónicas de su formación, mezclada con una metodología de trabajo que se basa en la experimentación que facilita la luz mediante los efectos que reproduce sobre el espacio que ocupa, Mayice revaloriza el papel del público como actor necesario para la completa resolución de sus proyectos. Esta pareja de arquitectos, que se conoció en las primeras clases del grado cursado en la Universidad Europea a finales de los años noventa, enfatiza a lo largo de su discurso que el “producto no se concluye hasta que el espectador lo contempla y convive con él”.
Esta era la interacción que ya perseguían con su primer proyecto, la silla Zoo: un taburete de madera en forma de Z tratado con tapaporo y cera mate que creaba un acabado natural manteniendo el equilibrio gracias a su propia forma. Comodidad a partir del desarrollo de la sencillez. “De hecho, sólo queríamos que fuese muy fácil de transportar”, explican.
A partir de ese momento, la empresa no dejó de crecer hasta el día de hoy. Sin ir más lejos, Calderón asegura que, actualmente, “cumplimos con pedidos de hasta 200 y 300 lámparas para clientes tanto nacionales como internacionales”.
Más allá de esta internacionalización, las primeras huellas de Mayice todavía mantienen viva su forma: los estudios de Alonso en 2008, a través de cajas de metacrilato biodegradables que reflejaban sombras sobre una capa hidrogenada “que generaba una serie de efectos que nos encantaban en contacto con la luz”, sirvieron como punto de partida de un camino que los llevaría, tras una exposición en Nueva York, al desarrollo del vidrio como partitura esencial sobre la que generar emoción. La experimentación inicial encontró en este material a su acompañante perfecto.
El reflejo del público
El juego de prueba y error constante que guía su metodología de trabajo no deja de pensar en el espectador, pero siempre “persiguiendo que nuestra luz esté un poco oculta para que no moleste directamente a sus ojos”. La reflexión del espacio de su legado arquitectónico conjuga perfectamente con el factor intangible de la luz, que permite hacer y rehacer desde el respeto a la sostenibilidad.
En el cambio de rumbo hacia la reflexión sobre las posibilidades de la iluminación, la experiencia con la Real Fábrica de Cristales de La Granja supuso un punto de inflexión en el itinerario de la firma. “Cuando nos contrataron para hacer las luminarias de la Fábrica, pudimos contar con el tiempo necesario para investigar sobre las fuentes de la luz o los efectos que reproduce al atravesar un material determinado”, señalan los arquitectos.
Fue ese el origen de la que es, quizás, su gran aportación a la disciplina: Luz Filamento, una pieza escultórica hecha de un solo tramo de vidrio curvado que subraya el binomio entre lo tecnológico y lo artesanal que tanto pone en valor la pareja. Y es que aunque lo artesanal “nunca será capaz de atrapar la absoluta precisión en sus formas, es el factor que aporta singularidad y exclusividad a un objeto”.
El minimalismo japonés
Estos dos arquitectos, que llegaron al diseño impulsados por la crisis que atravesaba el país durante la segunda década de este siglo, alzan la vista más allá de las fronteras nacionales para encontrar inspiración. En este mirar al exterior, reconocen que “se ha colocado el valor funcional de la obra por encima del factor humano, y esto crea una ruptura del balance interior de las personas”.
No es casualidad que el espejo del diseño sobre el que se refleja el discurso aspiracional de Mayice sea la cultura nipona. El universo japonés, lejos de la lógica occidental, desatiende el equilibrio entre lo funcional y lo bello, “poniendo por encima este segundo factor que nosotros también valoramos positivamente como centro de nuestra propuesta”.
La espontaneidad que destella el mero intento por crear un objeto bello, que piense en el público como reclamo y atracción de su sensibilidad, genera esa emoción que Mayice considera fundamental para expresar la emotividad de sus proyectos. El minimalismo japonés es la piedra angular de su inspiración, además del reclamo ideal para conmover a su público.
El efecto por encima del objeto
Esta voluntad por singularizar sus proyectos a partir de su humanidad se refleja a la perfección en una de sus últimas propuestas, que además fue premiada en los Premios a la Decoración y el Interiorismo Casa Decor 2022. Se trata de Utopía, una colaboración junto a LZF Lamps que se basa en la creación de espacios dentro de otros espacios, mezclando la versatilidad de materiales y formas orgánicas. Las luminarias crean un lugar en el que, tras el ludismo que inspira su consecución, buscan reformular y seguir desarrollando los experimentos con los que empezó Marta hace quince años.
Otros compañeros de viaje han sido Gandía Blasco, firma con la que colaboró en su stand del Salone del Mobile de Milán de este año; o Rossana Orlandi, que es donde se encuentra Filamento. La pareja basa su trabajo en una red de colaboraciones externas “que aseguran la consecución de los resultados desde la confianza que supone trabajar mucho tiempo con la misma gente”.
La belleza, la luz y la defensa de un diseño que “busque perseverar en el balance interior de las personas”. Esa es la principal función que deben perseguir sus piezas: la belleza como comunicación emotiva de un estudio que brilla, a través de sus lámparas, con luz propia.