Embriagados de color en casa del artista belga Arne Quinze.
El invitado de honor de la feria de arte BRAFA 2022 nos abre las puertas de su vivienda -y su preciado jardín- para hablarnos de arte pero, sobre todo, de naturaleza. Viajamos hasta Sint-Martens-Latem, en Bélgica, para adentrarnos en el peculiar mundo floral que impregna su obra, su casa... y su cabeza.
Arne Quinze, a todo color
Con un aspecto cuidadosamente desaliñado, pelo revuelto y largas patillas, Arne Quinze (1971) nos recibe en su colorida casa-estudio de Sint-Martens-Latem, un pueblo cerca de la ciudad belga de Gante. Esta región flamenca, que antaño inspiró a tantos impresionistas, es hoy el refugio de un hombre virtuoso que pasó de grafitear en el metro de Bruselas a convertirse en un cotizado artista, y feliz jardinero. La ciudad no era para él. «Cuando vivía en Bruselas, me sentía muy infeliz. Todo era gris», nos cuenta en el recibidor. La casa es igual que sus cuadros. Una eclosión de color por doquier. Mires donde mires, hay bocetos, fotos, estampados, esculturas, prototipos, colores alegres y muchas flores. Pura vida.
En la década de los ochenta, en plena adolescencia, Quinze comenzó a cuestionar el entorno construido de las grandes metrópolis frente a la relación del individuo con la naturaleza. Sus primeros grafitis generaron grandes controversias, obteniendo tantas críticas como halagos. Del arte callejero evolucionó al arte público, terreno en el que se dio a conocer por sus instalaciones y esculturas de tamaño colosal. «Yo empecé al revés. Pasé de grandes instalaciones a la pequeña escala. Y la verdad es que me cuesta mucho reducir». En efecto, eso es lo que sucede cuando intentas capturar la fuerza infinita de la naturaleza sobre una tela o metal. «A través de mi obra busco transformar el entorno, aprender a vivir en armonía con la naturaleza», explica mientras nos conduce, dichoso, al jardín.
El artista que quería ser jardinero
Acaba de volver de Asia, donde ha estado trabajando en una gran instalación compuesta por 45 contenedores. Sin embargo, la expresión serena y satisfecha de su rostro denota que su felicidad está aquí, entre las trece mil plantas del jardín que él mismo ha plantado a mano. Cuenta que lo primero que hace cada mañana es bajar a su edén. Nos habla de «la magia de cada planta, de cada flor». A diferencia de sus vecinos, que exhiben un césped podado y perfecto, el suyo es totalmente silvestre. Quinze quitó la verja porque «no se puede querer controlar la naturaleza«. De hecho, su objetivo es que la casa-taller, en la que se instaló hace trece años, «se vuelva invisible».
No sabe cuántos peces tiene en el estanque. ¿A quién le importa el número cuando le oyes explicar que «darles de comer es como un ballet»? Él vivió el confinamiento como uno de los mejores momentos de su vida. Explica que disfrutó del tiempo que pasó con sus hijos (tiene cinco, entre 27 y 7 años) y que sacaron el living room al jardín.
A los pocos minutos de deambular con él entre flores y escucharle hablar sobre su gran pasión, uno comprende con claridad la obra de este gran artista. Quinze está sumergido en una búsqueda continua del encaje y coexistencia entre el ser humano y la naturaleza, la vida, las raíces.
Invitado de honor en BRAFA 2022
En la actualidad, su trabajo abarca desde monumentales instalaciones de metal (presentes en ciudades como París, Shanghái, Beirut, Washington DC o Bombay), a pinturas al óleo. En la 67ª edición de BRAFA podremos ver tanto pinturas, como dibujos, esculturas o instalaciones de sonido y vídeo. También se ha encargado de toda la decoración y ha diseñado la alfombra de este año de la prestigiosa feria de arte, una de las más antiguas (1956), donde se darán cita tanto obras de arte contemporáneo, como moderno, clásico y antigüedades. Color, seguro, no faltará.
«We need colours in our life. When you live surrounded by colours, you have a smile in your face«. Arne Quinze.
BRAFA Art Fair. Del 19 al 26 de junio en Brussels Expo I Heysel, Halls 3 & 4. Place de Belgique 1, 1020 Brussels, Belgium.
Imagen portada © Dave Bruel