Una habitación mirando al mar, en Benalmádena.
El estudio de arquitectura estudiogonzalezarquitectos, que dirige Primitivo González, ha logrado multiplicar los 50 m2 de este apartamento en la Costa del Sol a través de un sencillo planteamiento de divisiones flexibles. El secreto: proyectar un marco y un carril de cortina que recorre el espacio y configura distintos ambientes. Todo para ordenar lo que el arquitecto ha denominado como “una habitación mirando al mar”.
Un marco para contemplar el mar
A la hora de definir este proyecto, el mejor referente que encuentra Primitivo González es el reconocido fotógrafo Hiroshi Sugimoto y sus paisajes, estudios de agua luz y atmósferas. “Sugimoto fotografía el mar de manera obsesiva. En sus imágenes, una línea horizontal separa dos masas densas: el cielo y el agua”, dice el arquitecto, “mi proyecto “Una habitación mirando al mar” es una fotografía de Sugimoto hecha arquitectura. Un marco para mirar el mar“. Y añadiríamos: para encontrarse y sentirse en él, porque este horizonte es eternamente cambiante y no hay dos momentos iguales. Es como un cuadro perpetuo que nunca se agota e hipnotiza.
Otro importante referente para estudiogonzalezarquitectos es Ortega Gasset al que también citan al explicar su proyecto. Según Ortega y Gasset “la obra de arte es una isla imaginaria que flota rodeada de realidad por todas partes. (…) Hace falta que la pared real concluya de pronto, radicalmente, y que súbitamente, sin titubeos, nos encontremos en el territorio irreal del cuadro. Hace falta un aislador. Y el proyecto ha creado un marco para el encuadrar el mediterráneo. “En este caso, la arquitectura es el marco para la contemplación de la naturaleza”, explican los arquitectos.
Un proyecto que transforma la arquitectura en poesía
Al entrar en el apartamento se produce un radical contraste con respecto al resto del edificio, característico del urbanismo de los años 60/70 en plena explosión urbanística de Benalmádena y la Costa del Sol. El tiempo queda suspendido por la presencia de la imponente vista del horizonte del mar sin ningún límite, recortada por la arquitectura.
Así, la galería se quiebra para diferenciar y delimitar una terraza exterior y un mirador interior. La vivienda luce un suelo de linóleo, cálido y agradable que mitiga el ruido. Esto unido a un techo acústico y a una cuidada carpintería, logra que el apartamento se asemeje a una cámara anecoica (un espacio en el que hay una ausencia total de sonido). Como color se ha optado por un gris que potencia el contraste entre el dentro y el afuera.
Una cortina que recorre el techo hace las veces de tabiques
Todos los tabiques de la vivienda original se han demolido y reemplazado por un carril de cortina que recorre el techo. Así, un simple cambio de movimiento de las cortinas genera una total transformación de la percepción del espacio, ampliando las posibilidades de sus escasos metros.
Son en total 50 m2 que se utilizan como habitación diáfana, un dormitorio independiente, un segundo dormitorio con una cama canguro, salón y zona de estar separado, comedor–cocina, o despacho… El juego que genera la diferente posición de las cortinas crea distintas y sugerentes atmósferas. El tejido filtra y matiza la luz cambiante que llega desde el mediterráneo, con todos variantes de color a medida que va avanzando el día. Muebles, los justos, muy escogidos y a juego con los tonos predominantes, blanco, gris y azul claro, contribuyen a crear una sensación de lo más relajante.
La ruptura brusca con el entorno, el silencio y la vista, genera la sensación de estar en un lugar diferente y mágico. El proyecto para este apartamento en Benalmádena asomado al mar origina unos tránsitos delicados, oníricos y poéticos que evocan la cultura y la estética japonesa del escritor Tanizaki y su famoso ensayo Elogio de la sombra. Y traen a la memoria del observador a Tadao Ando o Kengo Kuma y otros arquitectos que han explorado la poesía de la arquitectura y el camino de esa forma de crear y dividir espacios tan emocional como sugerente.
Fotografía: Luis Díaz Díaz