Una casa de campo para una vida rur-urbana.
Enrique Espinosa y Lys Villalba han ampliado y reacondicionado una casa de campo de los años 70 en la Sierra de Guadarrama. Bautizada como The Young Old House, la antigua vivienda repiensa modelos contemporáneos de habitar un territorio rur-urbano, a través de una alianza entre lo urbano y lo rural, y lo viejo, lo actualizado y lo nuevo.
En Cercedilla, a 57 kilómetros de Madrid, emerge esta poco convencional vivienda. Una casa de campo que sus propietarios, una pareja con cuatro hijas, heredan y quieren adaptar a sus necesidades actuales, que los convierten en habitantes semi-urbanos y semi-rurales.
«El territorio de Cercedilla ha sido modelado por las tres migraciones campo-ciudad que ha experimentado las últimas décadas. La tercera y actual, una migración en tránsito permanente», señalan Espinosa y Villalba. Esta última ha hecho que, durante la última década, aparezca un nuevo habitante rural que es al mismo tiempo urbanita. Una población que vuelve al campo sin haberse ido de la ciudad, generando nuevas alianzas que transforman el paisaje. «La convivencia entre las comunidades rurales tradicionales y los nuevos habitantes, llamados rur-urbanos, permite construir nuevas ecologías, necesarias para mantener el equilibrio y el cuidado de un territorio en cambio», añaden.
Una casa hecha a capas
Construida en los años 70, la vivienda no contaba con ningún tipo de aislamiento térmico, ni una relación directa con el paisaje y el entorno. Para cambiar esta situación, se diseña una triple estrategia, que amplía, relaciona y acondiciona térmicamente la casa. Acometida progresivamente, la intervención cuida tanto el confort y el consumo energético, como el disfrute de su condición rural.
Ya ejecutada, la primera fase comprende una ampliación de la construcción original. Situados bajo cubierta, los tres nuevos volúmenes revisten con piezas cerámicas las incorporaciones: una zona de estar extendida, la habitación de las cuatro hijas (que antiguamente albergaba el garaje y leñero) y un cuarto para las instalaciones de calefacción.
Los antiguos muros de piedra característicos de una casa de campo se cortan y sustituyen por una estructura metálica de viga y tensor que abre la nueva zona de estar al paisaje. La cubierta se sustituye, recuperando los materiales de la original como mobiliario.
A partir de este verano, Sahari, un antiguo albañil y ahora empleado de la famila, irá desmontando año a año la piedra y madera de las fachadas. Tras revestir el muro existente con el aislamiento térmico necesario, volverá a reconstruirlas con un nuevo patrón. La casa irá creciendo por capas y en sucesivas fases.
Los objetos que fueron y los que son
«En The Young Old House nada está en su sitio original«, cuentan los arquitectos. Y esto se debe a que el mobiliario de la casa está hecho a partir de materiales recuperados de la antiguas fachadas y cubierta. Ahora el techo está en la mesa y la fachada es un banco corrido. Las antiguas contraventanas rojas re-ensambladas son las nuevas puertas, la pizarra de la cubierta original espera en el granero a convertirse en fachada y el granito del leñero da forma al escalón que da salida al campo.
La familia de materiales recuperados convive con otra nueva, fabricada principalmente en metal y que acerca la casa al paisaje. Desde la puerta oculta para salir directamente al campo o los dos ojos de buey que permiten ver desde el norte el paisaje sur, a unas lámparas giratorias para cenar en el prado en las noches de verano o cuatro camas de quita y pon.
Fotografía: Javier de Paz