Una escuela en Venezuela con barra libre para la creación.
El proyecto encargado era sencillamente la reforma del comedor de una escuela local en la capital venezolana. La clave estaba en acondicionar lo ya existente, y transformar el comedor en un espacio flexible. Espacio que si bien seguiría funcionando como comedor, podría también ser utilizado como pequeño teatro, galería de arte o sala de conferencias.
Y aquí sale a relucir el ingenio y el talento ante las adversidades. Porque la edificación se encontraba en un estado avanzado de deterioro. Y la carencia de servicios y mobiliario para atender los nuevos usos que han ido surgiendo a lo largo de los años en la escuela, se convirtió en una oportunidad para intervenir no solo el espacio del comedor, sino también sus alrededores.
Un comedor que es mucho más
El proyecto se materializa en intervenciones puntuales a lo largo de la planta baja de la edificación.
Al espacio del comedor se le construye un límite, una doble fachada compuesta por paredes de hormigón y que no llega al techo, para remarcar su papel como «algo más». Además, las enormes puertas sirven de pizarra, para dar clases al aire libre.
El estudio también ha construido un módulo de servicios, que contiene baños para el patio de juegos, oficinas administrativas y fachadas lúdicas para libre uso.
La aproximación de diseño fue la de utilizar los mismos materiales de la edificación existente. Pero alterando y perturbando su condición constructiva y programática. De ahí su nombre: The parasite project.
Porque como un parásito, la intervención absorbe y luego deforma (sin perder el ADN del organismo huésped) las condiciones de materialidad de la edificación. Actuando por contraste, el proyecto evidencia lo intervenido respecto de lo existente, utilizando los mismos materiales pero alterando su configuración en el espacio.
Materiales y color como marca
El granito vaciado se rebela ante el sistema ortogonal clásico de los suelos, y con geometrías curvas propone nuevas maneras de utilizarlo.
Las pizarras salen de las aulas y se transforman en puertas. Líneas delimitadoras de campo marcan de manera explícita procesos arquitectónicos como la apertura de las puertas y los ejes estructurales de la edificación.
Y el color como protagonista: un amarillo vivo que se aplica en la señalética, los detalles de forma de la estructura y el mobiliario. Y que aporta la informalidad necesaria para un equipamiento lúdico y destinado al aprendizaje.
Fotografía: Saúl Yuncoxar