Ramón Esteve cambia el Mediterráneo por una casa de pueblo.
Sobre una casa ya existente, Ramón Esteve ha creado un mundo interior volcado a un patio, el cual aporta la parte más contemporánea de un proyecto que busca reinterpretar la tradición a través de líneas modernas y un interiorismo de lujo. Y todo esto manteniendo la calidez y confort propios de una casa de pueblo. Sobre todo de una en invierno.
Mantener la esencia de la casa era casi obligatorio en un municipio de Teruel declarado Conjunto Histórico-Artístico por el Ministerio de Cultura español en 1980. El resultado final debía quedar completamente integrado entre las casas vecinas. Por ello se ha respetado la fachada exterior en cuanto a lenguaje estético, materiales y tonalidades originales.
Desde fuera, el cambio a malas penas se aprecia, excepto por la renovación de los materiales. Es difícil intuir el mundo y el lenguaje propio que se desarrolla en el interior o, mejor dicho, en la parte trasera.
La vivienda mantiene los aleros, las aldabas y los herrajes así como materiales nobilísimos como la piedra y la madera. Pero a su vez, “es consecuente con su momento histórico”, dicen desde el estudio de Ramón Esteve, en Valencia ciudad.
El edificio se abre a un patio trasero generando una fachada propia, abierta a éste y de líneas contemporáneas. Las vistas de la casa no son tanto al pueblo sino a dicho patio.
La distribución de sus 600 metros cuadrados se realiza mediante una estratificación de las tres plantas en forma de L. La planta baja, antiguamente dedicada al almacenamiento, hoy alberga necesidades más modernas como la bodega o el spa. Esta es la única que queda fuera del alcance del patio.
La primera planta se destina a la zona de día, configurándose como un espacio diáfano. En la segunda están los dormitorios y una pequeña terraza.
Como decíamos al principio, el interiorismo es radicalmente diferente al de las casas mediterráneas intervenidas por el equipo de Esteve. Aquí una cierta oscuridad se apodera de la vivienda.
El negro y el gris se convierten en los mejores aliados de la piedra y el hierro forjado. Los colores claros se dejan para puntos secundarios.
La elección del mobiliario, por su parte, añade un toque de dramatismo al ambiente. La escalera se muestra como un elemento escultórico protagonizado una vez más por el hierro y la madera.
Por otra parte están las piezas de diseño, especialmente la luminaria del vestíbulo – el modelo Raimond del propio Raimond Puts – la cual da la bienvenida al visitante a lo grande. Mención también para la lámpara del comedor de estilo Sputnik, que la propietaria de la casa compró a un anticuario de Bruselas.
Por último, las pieles y el ante, también en tonos oscuros, proporcionan confort y asocian a la casa con el invierno.
Ahora bien, si hay un elemento al que Esteve no renuncia ya sea en Ibiza o en Teruel, es la chimenea, máximo símbolo de hogar. Aunque sea como objeto decorativo. Pero sospechamos que en esta casa seguro que sí la encienden en los meses más duros.
Fotografías: Mariela Apollonio