Una casa con vistas al Mar de Galilea.
Maximizar la belleza del entorno fue el deseo que los propietarios transmitieron a los autores de este proyecto. Para lograr este objetivo, arquitectos y clientes fueron a la parcela vacía. Y ayudados por una escalera, verificaron a partir de qué altura se podía divisar el Mar de Galilea.
Por tanto, la posición de la casa fue cuidadosamente escogida para que proporcionase amplias vistas, elevándose mínimamente sobre el terreno. De esta forma se evitaban los muros de contención o las barreras, a pesar de la naturaleza montañosa del entorno.
La superficie de la parcela solo contaba con 500 m2. Para que quedase espacio suficiente para disfrutar del jardín se levantaron dos pisos.
La zona de día se encuentra en la planta baja. Encuentra su continuidad en el jardín, que parece extenderse a través de los campos hasta el mar.
Los dormitorios y el cuarto de estar se encuentran en el primer piso. Este nivel cuenta también con una terraza cubierta con una pérgola. Todos estos espacios están abiertos a las vistas panorámicas sobre las copas de los árboles.
Celosías protagonistas
El diseño se ha realizado teniendo en cuenta parámetros de sostenibilidad. Las generosas aperturas de la fachada se orientan al sur y al este. Para graduar su soleamiento se han dispuesto celosías de madera deslizables.
Al igual que las tradicionales “mashrabiya” o celosías mediterráneas, preservan la privacidad, a la vez que permiten disfrutar del paisaje desde el interior.
Los rayos de luz que penetran a través de sus rendijas crean una atmósfera mágica y cambiante.
Los grandes ventanales y puertas de vidrio de ambas plantas se encuentran en un plano anterior al de las contraventanas. Esta doble piel mejora significativamente el control climático de la casa. Gracias a ella, la casa se mantiene fresca y agradable, incluso durante los días más cálidos del verano de esta región de las laderas del valle del Jordán.
Entre las puertas acristaladas y las celosías, se crean espacios intermedios que permiten sentarse y disfrutar del aire fresco. Estos ambientes pueden cerrarse con los paneles de madera, convirtiéndose en una parte del interior, perteneciendo al mismo tiempo al exterior.
En la planta baja, el porche cubierto extiende hacia el exterior las áreas de estar y comedor. La terraza expande en el primer piso la sala familiar.
En los dormitorios, entre las dos capas de la envolvente de la casa, se crean pequeños miradores. Sus proporciones verticales los convierten en una interpretación contemporánea del balcón tradicional. Proporcionan una continuidad sin obstáculos a la vista cercana (el jardín privado), la vista intermedia (los campos del pueblo) y la vista lejana (el Mar de Galilea y los Altos del Golán). Las aberturas cuidadosamente situadas de las fachadas posteriores también capturan vistas del Monte Nebo y del casco antiguo de Safed.
El entorno que influye en los materiales
El objetivo de la arquitectura de la vivienda era integrarse en el entorno natural. Las colinas de color marrón amarillento, el terreno árido y las arboledas de olivo y algarrobo que rodean los pastos de los caballos, influyeron en la elección de los materiales. De esta manera, se eligió yeso con textura de cemento para los muros exteriores, madera para las celosías y las masivas vigas del techo y piedra marrón claro para el pavimento del interior.
El ciprés existente en la esquina de la parcela, el roble junto a la ventana de la sala de estar y otros árboles maduros se conservaron. La casa se levantó entre ellos. Entre las rocas, se plantaron romero, lavanda y especias con fragancias locales. En definitiva, la vivienda fue diseñada para capturar el ambiente que la rodea y fue construida a partir de elementos que surgen de él.
Fotografías: © Amit Geron