André Ricard, maestro de lo cotidiano.
El próximo 18 de mayo, tienes la oportunidad de acercarte, escuchar y charlar con André Ricard en La Capell, con motivo de la primera edición del ciclo de conferencias Objecte de Desig. El presentador de radio y televisión Óscar Dalmau ejercerá de moderador entre dos generaciones de diseñadores y dos premios nacionales de Diseño, André Ricard, galardonado en 1987 y Mario Ruiz, en 2016.
En el despacho de André Ricard, todo habla de André Ricard. Cuando sus dos hijas le miran, sus ojos transmiten respeto y admiración. Sus diseños describen la genialidad de lo sencillo y de lo práctico. Sus palabras muestran a un gran hombre, de esos que eligieron decir lo que piensan, hacer lo que dicen y sentir lo que hacen. Los pensamientos de este referente del diseño destilan humildad, pero no esa humildad inventada por los mediocres para equipararse a los brillantes sino el auténtico significado de la palabra humildad: dar lo mejor uno mismo para los demás. En el despacho de André Ricard, sus gestos enseñan la firmeza de cada uno de sus compromisos adquiridos con él mismo, con los que le rodean y con lo que le rodea. Estamos en el despacho de André Ricard. Entramos.
Me gustaría saber qué espera André Ricard cuando le hacen una entrevista.
La posibilidad de ahondar en temas que no hubiera descubierto de no haber sido preguntado y eso es para mí una pequeña aventura. Siempre hay partes de tu pensamiento ante las que no te habías detenido. Muchas veces me he sorprendido diciendo algo imprevisto, y otras me da la impresión de que me repito como un disco rayado.
Pues trataré de quitar lo repetitivo de las preguntas para conseguir respuestas diferentes. “Quitar” es una manera de trabajar, como hace un escultor. ¿En qué se parece a un diseñador?
Cuando contemplamos la obra de un escultor, su visión nos proporciona una emoción estética. En el diseño en cambio, la estética es una consecuencia, no una finalidad. Cuando lo útil alcanza su perfección es además bello. (Señala uno de los interruptores de su despacho). Al diseñar el interruptor Ibiza de BJC pensé en los usuarios, evité las esquinas vivas como las tenían los que ya existían, para así mejorar el tacto. La primera vez que usas un interruptor lo miras, pero después sólo lo tocas cuando enciendes la luz. Quise ofrecer un tacto amable, con más sensualidad.
Pero hay objetos inútiles considerados de diseño.
Me pregunto cuándo se empezó a promocionar lo sensacional y estrafalario en los diseños, en vez de su funcionalidad. Un buen diseño debe mejorar la utilidad de las cosas. Eso es lo que debe valorarse. Estamos en un sistema económico que reclama constantes novedades, como lo hace la moda, cuando el diseño debería estar al margen de las modas.
En 1982, ya te preguntaste el por qué del diseño y lo plasmaste en un libro. (Referencia al libro “Diseño. ¿Por qué?”).
Me pregunté si esta profesión a la que me dedicaba era algo serio, útil y necesario para la sociedad. Fue una reflexión sobre lo que somos. Este cuestionamiento me pilló a los 50 años. Comprendí que la creatividad es algo esencial pues es gracias a su capacidad creativa que el Hombre ha podido sobrevivir y mejorar de un modo constante su calidad de vida. Existe una evidente analogía entre la selección natural que rige la evolución biológica y la evolución cultural que ejercemos en todo lo que creamos. Si bien en este caso la selección se opera en función de la oportuna utilidad de lo creado. Es en cierto modo también, una selección “natural” pues siempre acaba descartando todo lo innecesario. Crear, proponer alternativas que mejoran lo que existe es algo esencial para seguir progresando.
Volviendo al concepto de “quitar”, casi 20 años después revisaste la obra y publicaste La aventura creativa. Las raíces del diseño (referencia al libro) en el que defines el concepto “polución objetual” como aquello inútil que no usamos. Explicabas que es un problema de todos y que la mejor forma de evitarla sería no comprar esos objetos. ¿Hemos evolucionado desde entonces?
Seguimos comprando muchos productos que realmente no necesitamos, de los que podríamos prescindir perfectamente. Pocas veces aportan alguna mejora. Solo ofrecen una estética acorde con las últimas tendencias de moda. Los adquirimos de un modo compulsivo, estimulados por la presión que ejercen tanto la publicidad como los medios de comunicación. Es un problema de todos. El consumidor es un actor protagonista, si bien adopta el papel de espectador ante este problema. La creatividad habría de dedicarse a mejorar lo que aún puede ser mejorado y no a frivolidades efímeras y a su vez el consumidor debería ser más selectivo y exigir que lo que se le ofrece posea auténtica calidad creativa.
Te preguntaste y te respondiste diseño, ¿por qué? Y yo quiero preguntarte diseño, ¿para qué?
El diseño y la creatividad están en la misma esencia del Hombre. Si nos dejan en una isla desierta lo primero que haremos es diseñar para sobrevivir. Necesitamos imperativamente de cosas útiles, son como prótesis, sin ellas no podríamos subsistir.
¿Para suplir carencias?
Claro. Nos completan. Un peine son dedos más finos que peinan mejor que una mano. El diseño debe, ante todo, mejorar lo que ya existía. La principal finalidad de un objeto es siempre su utilidad. Para mejorarlos debemos cambiar sus formas y eso ya genera su propia estética. Si un objeto es feo es porque aún no ha alcanzado su perfección funcional. Un ejemplo: el botón es a la vez bello y funciona perfectamente. Posee la forma que precisa para usarlo cómodamente y además esa forma circular es estéticamente impecable.
¿Cuál es el momento actual del diseño?
El diseño ha cambiado porque también el mundo ha cambiado. Debo decir que estoy algo distanciado, pero observo que esa aceleración en el consumo no nos permite el tiempo de reflexión necesario para lograr una mejora en lo que se produce. Alcanzar la perfección exige tiempo. Todo tiene que ser rápido y eso va en detrimento de la calidad. En los países escandinavos los productos siguen siendo ejemplares. En Finlandia el diseño ha calado hasta en el tejido social. Cuando visito un país, me gusta ir a un supermercado y ver cómo han resuelto el diseño y el packaging de los productos más básicos. Allí se demuestra su nivel real de diseño.
¿Con qué crea André Ricard?
Ahora participo en seminarios, me dedico a dar conferencias y a escribir libros. Me gusta compartir mis experiencias con los futuros diseñadores. Mi labor es más divulgativa. Pero sigo creando. El placer de imaginar soluciones no me lo quita nadie.
¿Y cómo se define André Ricard?
Intento ser honrado, justo y tolerante. Y me gusta ser racional, plantearme las cosas sin prejuicios.
¿Cuando se inició tu vínculo con el deporte?
Mi relación se inició con el diseño del Dossier de la Candidatura Olímpica de Barcelona. Continuó con la creación de la antorcha de los Juegos de Barcelona 1992. Posteriormente me encargaron el pebetero para la llama del Museo Olímpico de Lausanne, así como la llave del COI que se entrega en el relevo del Presidente. Lo último ha sido el Testigo Olímpico que se transmiten al finalizar los juegos: Londres lo entregó a Río de Janeiro, luego Río a Tokio y así sucesivamente.
Aquí en tu despacho tenemos la antorcha. ¿En qué te inspiraste?
Es un objeto casi sagrado y tiene su liturgia. Es un objeto en movimiento. Con un destino: el estadio olímpico. Me parecía que debía tener una dirección, una orientación. Las anteriores eran como reproducciones de las que se veían en las cerámicas griegas. Esta fue la primera que rompió la simetría. Era como un pequeño pebetero que llevaba la llama hacia el gran pebetero del estadio.
¿Cuál crees que es el límite del diseño?
Es muy amplio. La relación con la industria es básica. Sin industria no hay diseño industrial. Pero el modo sensato de concebir ideas que se aplica al diseñar se puede aplicar en cualquier otro campo. Se pueden incluso diseñar buenas políticas.
Claro, desde la funcionalidad. Ojalá te escuchen.
Queremos agradecer a André Ricard el tiempo que nos ha dedicado para poder realizar esta entrevista. Podréis saber más sobre él y sus proyectos en andrericard.com.
Entrevista, fotografía y textos equipo Slowkind
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