La Masía contemporánea de Arquitectura G.
El terreno en el que se encuentra es una parcela plana y alargada de 7.000 m2 destinado al cultivo, que contaba inicialmente con una edificación de uso agrícola en estado de ruina que había que transformar en vivienda. La normativa, que calificaba la construcción preexistente como masía aunque fuese una gran caseta con cubierta de fibrocemento, hizo que hubiese que respetar la volumetría original así como la posición de los huecos en las fachadas.
El volumen tenía una relación directa con el entorno, sin preámbulos en la transición desde el campo hacia el interior. El cambio de programa exigía definir un entorno inmediato de la vivienda más acotado y protegido respecto a una llanura totalmente abierta, por lo que se excavó 1 m hasta la cota de la terraza que da acceso a la vivienda y la comunica con el resto de la urbanización exterior, que define un paisaje artificial que media entre la casa y el campo.
El programa funcional se desarrolla mediante plataformas escalonadas que orbitan alrededor de un núcleo central portante. Este núcleo, que actúa a modo de gran pilar, contiene instalaciones y escaleras, relacionando todas las estancias de la casa.
La centralidad de dicho pilar permite que los forjados metálicos salven luces más pequeñas y por lo tanto tengan un espesor menor, acentuando el contraste entre el peso de lo que soporta y la ligereza de lo que es soportado.
La materialidad de la casa ahonda en esa voluntad de contraste, de tal forma que los elementos portantes principales son rugosos, pesados y groseros, mientras que los elementos secundarios y particiones interiores tienen superficies más tersas y livianas, construidas con estructura ligera.
La intervención cuenta con una paleta cromática de tonos terrosos que busca relacionarse con el entorno.
Fotografías: © José Hevia