El paraíso del jazz está en Basilea.
Construido sobre la huella del viejo edificio que ocupaba en solar donde se emplaza, la nueva intervención organiza la circulación interior en torno a un patio central que conduce a espacios alternativos de encuentro que sustituyen a los tradicionales pasillos. «El objetivo era crear un recorrido dentro del edificio que comenzase en las salas de ensayo, de uso casi privado; continuase en los pasillos, donde la gente se encuentra y tiene el primer contacto; y culminase en el patio, centro de reunión, donde todos interactúan» explican los arquitectos.
Sin programa inicial, se trataba de cubrir las necesidades específicas de la escuela y los músicos. «Una encuesta reveló que no existe la sala de ensayo perfecta» cuentan desde Buol & Zünd, que señalan que mientras a algunos les gusta tocar en iglesias, otros prefieren hacerlo en garajes, incluso en su sala de estar. «El único punto común entre todos es la necesidad de luz solar y un ambiente íntimo» añaden.
En lugar de crear salas flexibles, se opta por dividir el espacio en estancias de muy distintas dimensiones y cualidades acústicas, que permitan a los músicos elegir según sus necesidades. Más de 50 salas de ensayo, a las que se suman otras tres para ensayo y grabación: un cuerpo acústico de madera con un cielo acústico volador, una sala de ensayo con un estudio de grabación profesional y un Club de Jazz abierto a la ciudad. Espacios que, condicionados por las necesidades acústicas, quedan alojados en una ‘segunda casa’ con muros de un metro de espesor, que se inserta dentro del edificio principal.
Ganador del Premio Bronce en la categoría ‘Edificios educacionales’ del American Architecture Prize 2016, el Jazz Campus hace una magistral interpretación del patio como interior urbano. Una combinación de espacios interiores y exteriores, que unen la casa y la ciudad, la escuela y el espacio público.
Fotografía: Georg Aerni (cortesía de v2com)