Maison Clark: la casa en torno a la cocina.
Entre la escalera y el jardín trasero, y protagonista de la intervención, la cocina ocupa un espacio a doble altura por el que resbala la luz. Un gran claustro al que vuelca una zona de estudio que, situada en el entresuelo, se abre al jardín a través de generosos planos acristalados.
La madera de pino que reviste el suelo de la cocina, el techo y las paredes de la escalera añade calidez al espacio y contrasta con el acabado en acero blanco de la escalera, potenciando además el efecto de luminosidad que inunda toda la vivienda.
Como un volumen sólido en el tramo que comunica la planta baja con el entresuelo, la escalera se transforma en un plano metálico que va plegándose según asciende a las plantas superiores, creando impresionantes juegos y contrastes de luz.
El excepcional tratamiento de la luz, la estudiada distribución de las estancias y el carácter práctico del mobiliario hacen de esta casa una lugar privilegiado para vivir. Un ambiente sereno y tranquilo, donde sus habitantes disfrutan una experiencia arquitectónica única, que evoluciona continuamente con el paso de las horas y las estaciones.
La situación de los espacios de servicio –almacenamiento, baño y zonas de circulación– en la planta baja y orientados a calle, genera la privacidad necesaria en el resto de las estancias. Una ‘barrera de intimidad‘ que, delimitada por el vestíbulo, interrumpe la arquitectura vernácula de la fachada principal.
Paneles de cedro oriental dispuestos en espiga definen la nueva fachada trasera. Un diseño dinámico, con el que los arquitectos han tratado de romper la rigidez de la estructura ortogonal, y donde una puerta corredera amarilla aporta un toque lúdico a la intervención. La misma madera de cedro en espiga que cubre la fachada se ha utilizado para las pasarelas que recorren en zig-zag el jardín.
Fotografía: Maxime Brouillet