Cuatro ‘rocas’ integran en el paisaje la casa club de un golf mallorquín.
Por necesidades del desarrollo del juego la casa club se ha situado en un área natural de gran tamaño, por lo que una cierta centralidad y reconocimiento han sido necesarios. El edificio necesitaba visibilidad sin invadir el paisaje. El proyecto se configura mediante una serie de ‘rocas’, que se asientan en el entorno natural: ofrecen la presencia e identidad que pide el programa, y quedan camufladas en la naturaleza ya que se asemejan a un elemento natural.
Las ‘rocas’ en cuestión no son más que cuatro volúmenes arquitectónicos que, unidos, forman el edificio de la casa club. Cada volumen tiene un programa determinado, y están unidos por una plaza común donde se sitúa el bar, el corazón del proyecto.
La plaza se abre completamente al paisaje: las fachadas entre los volúmenes son de vidrio, enmarcando el panorama y generando visuales a la naturaleza circundante en todas las direcciones.
Los volúmenes de piedra (cocina, vestuarios y oficinas), al contrario que la plaza, son lo mas opacos posibles, prácticamente sin ventanas o con ventanas ocultas detrás de sutiles celosías de piedra. Así se enfatiza el efecto pétreo del edificio.
El restaurante – sala de estar, es la excepción. A este volumen se le han practicado grandes aperturas para ofrecer un espacio continuo interior-exterior acorde con el clima mediterráneo.
La materialización del edificio maximiza el efecto roca: la piedra local tipo Santanyí, elemento muy característico de la arquitectura de la isla de Mallorca, se usa no sólo en las fachadas sino también en las cubiertas, sin distinción alguna, consiguiendo una piel continua de piedra en toda la construcción.
De esta manera, la fachada es cubierta y la cubierta es fachada. Todo se reduce a piedra en el paisaje.
Fotografías: José Hevia