El Batel, nuevo palacio de congresos en Cartagena. Un canto a la calma del mar, obra de selgascano arquitectos.
Y este paseo es lo que los autores del proyecto favorecen, lo que introducen al interior del edificio, en una continuidad dimensional que parece excavar una playa artificial, pero que realmente es una continuidad con la historia, porque la antigua playa de El Batel se situaba exactamente allí, siendo lo artificial el puerto y no la playa.
Esta recuperada playa-rampa va sumergiendo al visitante lentamente por debajo de la línea del mar, con la presencia continua de la línea horizontal del muelle. Ya en el interior, se busca el contraste con la fachada exterior provocado por el corte en la cota cero del terreno, y el diseño sigue haciendo referencia al muelle, pero esta vez oponiéndose a su naturaleza.
Ya no se admiten la hermosa monotonía ortogonal y la dureza del puerto, sino que se busca algo completamente opuesto: translúcido, delicado, ligero, acuático, algo que tenga que ver con aquello que definía Luigi Nono como “espacio de música acuática”.
Cada elemento o detalle de este proyecto es otro proyecto en sí mismo, pero como cada proyecto obedece a lo que le rodea, todos pertenecen por tanto a una globalidad, no buscada, sino deducida, que es la que forma el carácter del “B”.
Todo material, tanto el aluminio como el plástico, se ha fabricado por extrusión con una sola sección de pieza extruida, que en sus variaciones de colocación y color aparecen como múltiples piezas. Se colocan siempre paralelas al cantil para acentuar la idea de horizontalidad, para conseguir un rectángulo todavía más largo y tendido de lo que ya es, pero extruido como un churro sólo en su escala cercana, porque en su conjunto parece el resultado de la acumulación de distintos elementos, apilados ordenadamente en el puerto.
Fotografías © Iwan Baan. Texto de Arantza Ávarez