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Gemma Figueras
3 septiembre 2010

Nueva Bodega Qumrán, de Konkrit Blu Arquitectura: el hormigón ama el vino.

Sandra Hernández y Álvaro Solís (Konkrit Blu Arquitectura) firman las nuevas instalaciones de Bodegas Qumrán, en la Ribera del Duero. Se trata de un edificio rodeado de viñedos que se ha concebido como una colina más de su extenso paisaje, parcialmente enterrado. ¿Una de sus claves? El uso de hormigón “in situ” visto; para su arquitectos ha supuesto partir de la tierra para llegar a la tierra.

Las nuevas Bodegas Qumrán se inscriben en edificio continuo y compacto, que denota su presencia. A la vez, esta instalación sabe desaparecer e integrarse sutilmente entre viñedos. La estrategia de esta fusión visual con su entorno ha sido dar continuidad a la tierra a partir de la tierra. El uso del hormigón “in situ” visto aporta las cualidades térmicas, estructurales y conceptuales requeridas en una bodega: actúa como un material total. Su puesta en obra, un proceso cuasi artesanal -en sintonía con la elaboración del vino- confiere en su aspecto final la irregularidad que buscaban los arquitectos.

El edificio se estructura a lo largo de un camino preexistente que organiza los espacios en dos bandas programáticas diferenciadas y que, de manera similar a una topografía artificial, se desarrollan de manera complementaria a diferentes alturas. Así, el edificio se organiza longitudinalmente, desarrollando el programa secuencialmente y de forma ordenada.

Ocupa una pequeña loma dentro del paraje natural del Valle del Duero, donde se sitúa el proyecto. Una zona de orografía y contornos suaves, destinada casi en su totalidad a la producción vitivinícola y ganadera. La intención de los arquitectos, desde un principio, ha sido la de rememorar y enfatizar estas preexistencias; contextualizarlas, situarlas y relacionarlas, para integrarlas finalmente al proyecto. El proyecto ha previsto la construcción de una bodega singular y de producción limitada en los mismos viñedos de la propiedad.

Se emplaza en la cumbre del denominado Pago de las Bodegas, lo que proporciona resguardo frente las heladas y excelentes vistas; se encaja en el extremo S-O, en una zona árida y poco funcional que conforma un desnivel de cuatro metros. Alrededor, campos de viñedo que se funden con pinares. La estrategia ha sido aprovechar el desnivel de la parcela para enterrar parcialmente el edificio y alejar la fachada sur, más alta, del límite, creando una plaza multifuncional rodeada de vegetación. Eventualmente, la cubierta funciona como mirador recuperado.

El acceso al edificio se realiza mediante una ascensión lenta en la que se suceden diferentes escenarios, dejándolo entrever entre los vestigios de cuevas y lagares. El ascenso continúa dentro de la finca, entre cepas jóvenes del país, por el camino tradicional de vendimia, ahora rehabilitado. El edificio emerge a cada paso, mostrándose finalmente en su fachada norte, como una loma más. A medio plazo, se crearán unos recorridos didácticos, dentro y fuera de la parcela, relacionados con la elaboración del vino y con la historia y la cultura local.

Atendiendo a factores arquitectónicos, como la funcionalidad o la ergonomía, el edificio se estructura a lo largo del camino preexistente, creando dos bandas-cubiertas programáticas diferenciadas y que, a la vez, como si de una topografía se tratase, se desarrollan complementariamente en diferentes alturas, reflejando las necesidades del programa interior. El hueco entre estas cubiertas permite en mayor o menor grado la entrada de luz natural.

La banda norte, más ancha, alberga las salas principales de producción y almacenaje, aprovechando las cualidades de inercia del terreno. La banda sur, más estrecha, concentra los espacios complementarios de aquéllas, actuando a la vez como colchón térmico. Entre las tres naves, se sitúan dos núcleos servidores, cuya proyección crea las transiciones entre espacios y los huecos para las entradas de personas y mercancías.

Por su fachada norte, de menor impacto visual, se disponen los accesos principales. Esta fachada pétrea queda surcada por unos huecos que conectan física y programáticamente el campo y la bodega: cinco puertas de vendimia que conectan los líneos de los viñedos con los cinco depósitos; el vertido de la uva se realiza por gravedad, como antaño. Las otras dos aberturas dan conexión a los núcleos, que conectan con la sala de elaboración y con el despacho.

La intensidad de luz requerida en el proyecto depende del programa de trabajo en cada sala. Se intenta controlar lumínicamente cada espacio mediante huecos que reciben la luz directa o indirectamente del exterior, en este último caso, mediante algún tipo de filtro o un umbral. Se lleva a cabo el mismo tratamiento para entrar o salir del edificio, según el requerimiento de funcionalidad o domesticidad y privacidad necesarios.

Los dos núcleos desempeñan esta función de umbral -tanto en la fachada norte como en la sur- ya sea en los accesos desde el exterior o para acceder a los diferentes espacios interiores, donde actúan a la vez como distribuidores.

Ficha técnica
Arquitectos: konkrit blu arquitectura (Sandra Hernández + Álvaro Solís)
Localización: Padilla de Duero, Peñafiel Valladolid SPAIN
Equipo de diseño: konkrit blu arquitectura (Sandra Hernández + Álvaro Solís)
Cliente: Bodegas y Viñedos Qumrán SA
Fecha de inicio: April 2007
Duración de las obras: 24 meses
Área útil: 700 m2
Ingeniería: Benito Gutierrez, MeCa asociados
Aparejadores: Laura Sanz Sanz, Salvador Méndez de la Viuda
Consultoría de iluminación: Alvarez Beltran
Constructor: Construcciones del Duratón
Proveedores seleccionados: Shuco, Tamiluz, Kalzip, Daikin

 

Fotografías de José Hevia
Más info: www.konkritblu.com

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