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Un tríplex en Nueva York cuyas vistas valen 25 millones de dólares.

No faltan áticos en Manhattan con buenas vistas, pero todos forman parte del propio skyline de la ciudad. Para observar la mejor cara de la gran Manzana, hay que cruzar los puentes e irse al barrio de DUMBO – la zona de Brooklyn situada bajo el puente de Manhattan, de ahí su nombre Down Under the Manhattan Bridge Overpass–. En esta zona, este triplex ofrece las mejores vistas posibles del edificio Chrysler y el Empire State Building, enmarcados por los cables del puente de Brooklyn. Disfrutar de esta “postal” cuesta 25 millones de dólares.

El promotor urbanístico David Walentas ha transformado en los últimos 20 años esta zona en uno de los barrios residenciales más demandados de Brooklyn. A pocas paradas de Wall Sreet, esta antigua zona de almacenes y fábricas se ha llenado de lofts, apartamentos, galerías de arte y restaurantes que aprovechan el reclamo de sus vistas para atraer al mundo de la banca y a las celebrities de la ciudad.


Este ático ofrece la mejor panorámica urbana imaginable: cinco puentes y todo el horizonte habitual de Nueva York son visibles desde su azotea, situada en la planta 19 de un antiguo edificio industrial rebautizado como The Clock Tower Building (el edificio de la Torre del Reloj). Asimismo, el edificio también ha ido cambiando de usos, de fábrica a oficinas y, posteriormente, a bloque de apartamentos.


Walentas compró el edificio, abandonado, a principio de los ochenta y lo transformó en un complejo residencial del que sólo quedaba por vender esta última unidad. Los cuatro relojes de la torre personalizan los cuatro puntos cardinales de este espacio, reflejando sus sugerentes sombras en el interior. Están ubicados en cuatro ventanas de cuatro metros de altura y 4,2 m de diámetro, que le confieren un encanto especial y lo distinguen del resto de viviendas. Son su auténtica seña de identidad: los cuatro están sincronizados electrónicamente, mostrando exactamente la misma hora.


La planta principal de la vivienda, amplia y diáfana, está dominada por los relojes y las increíbles vistas sobre los cuatro puntos cardinales. En uno de los laterales, destaca una funcional cocina, diseñada como una isla abierta al resto del ambiente.


Un ascensor privado, con paredes de cristal, y una escalera conectan las tres plantas, que se van estrechando conforme se asciende. En el segundo piso, de 213 m², hay tres dormitorios y los cuartos de baño. El tercer piso lo ocupa una galería que puede servir como biblioteca. El último tramo, hacia el solárium y una terraza de 37 metros cuadrados, hay que hacerlo a pie.

Fotos: Ángel Franco/The New York Times. Visto en www.decoluxe.com .

 

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