Croft Lodge Studio. La ruina habitada.
Una intervención cuidadosa con las preexistencias, que en lugar de rehabilitar el edificio original, una casa de campo del siglo XVIII catalogada, lo preserva. La madera podrida, la hiedra muerta, los nidos de las aves que han acampado a sus anchas en la ruina, las telarañas y el polvo acumulado pasan así a formar parte de la nueva construcción.
Envolviendo la ruina
«Originalmente se trataba de crear un espacio de trabajo funcional, que proporcionase alojamiento y en un futuro pudiera dar cabida a una casa con tres dormitorios y dos baños» explican sus autores, arquitecta y diseñador. A partir de un gesto muy simple se envuelve con un nuevo volumen la vieja ruina, que queda así protegida de las inclemencias del clima y el paso del tiempo. Se genera así un espacio donde las paredes, las ventanas y los techos se duplican.
En el proceso de construcción se levantó un pórtico de acero en torno a la casa original. Relleno de madera y cubierto con paneles OSB, éste se envolvió en una membrana impermeable ventilada y se cubrió con placas de hierro corrugado negro.
La vieja construcción alberga el programa vividero. Nada más entrar, el hall da acceso al comedor, con la cocina a la izquierda y el salón a la derecha.
Prolongada más allá del antiguo volumen, la nueva piel genera un espacio diáfano que se reserva para el estudio.
Una vieja chimenea, un horno de pan, hiedra muerta y cabezas de arcilla fabricadas por el propio David Connor decoran la sala de estar.
Compuesto por piezas independientes, el mobiliario trata de no tocar las preexistencias.
Una barandilla separa el dormitorio de la planta alta del espacio a doble altura del estar.
Apuesta por la sostenibilidad
Perfectamente aislada, la carcasa exterior genera una envolvente hermética con ventanas de doble y triple acristalamiento. La intervención apuesta por la sostenibilidad, con dos modernas estufas de leña alimentadas por la madera recogida en el bosque cercano calentando el ambiente. Paneles fotovoltaicos sobre la cubierta orientada a Sur suministran la electricidad necesaria, y 100 metros de tubería rellena de glicol bajo las planchas de hierro corrugado funcionan como colector solar para el agua caliente durante el verano.
Fotografía: James Morris