Pabellón desmontable de Selgascano para la Fundación Martell.
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Ocupando casi toda la superficie del patio del edificio modernista que alberga la fundación (que está siendo reconstruido por los arquitectos Brochet-Lajus-Pueyo para una apertura progresiva hasta el 2020/2021), la instalación da continuidad a los principios de transparencia y apertura que guían el trabajo José Selgás y Lucía Cano.
El nuevo pabellón se configura a través de una sucesión de módulos de estructura metálica, recubiertos con un material translúcido de la marca francesa Onduline. Impermeable y robusto, este revestimiento permite el paso de una luz iridiscente, creando juegos de transparencia y colores.
Sus formas flexibles y orgánicas, así como las reflexiones multicolores creadas reflejan el interés de sus autores por permanecer en armonía con el medio ambiente. Para los arquitectos «la naturaleza debe prevalecer sobre la arquitectura», e igualmente setransmite en este proyecto la idea de transversalidad de tecnologías, usos y materiales, que será germen de futuros proyectos desarrollados por la Fundación.
Asientos inflables, que se sujetan a la estructura con correas, permitirá a los visitantes sentarse, reclinarse o estirarse para disfrutar de unos momentos de relajación, o en el contexto de actividades tan diferentes como talleres, conciertos, presentaciones, conferencias, mercadillos, juegos…
Reafirmando el compromiso de sostenibilidad de los arquitectos y de la fundación, se han reutilizando algunos materiales de la instalación anterior (Par nature de Vincent Lamouroux) y cuando se desmonte será después reconstruido en otro lugar para darle una segunda vida.
Con una superficie de 2.350 metros cuadrados – formada por un rectángulo de 26 por 90 metros – ocupa todo el patio, un espacio en el que destaca su longitud, y que evoca también la larga trayectoria de esta empresa.
Como artífices del pabellón inaugural, el equipo de Selgascano sabía que sus decisiones tendrán un gran impacto en los proyectos posteriores. De esta manera, ocuparon totalmente el extenso lienzo en blanco que les facilitaron, con la esperanza de inspirar a futuros artistas, arquitectos y diseñadores.
La segunda decisión importante era trabajar con un único material, que debido a las grandes dimensiones del proyecto, debía de estar disponible en grandes cantidades. También tenía que ser ligero, para que se pudiera desmontar y transportar fácilmente a su ubicación futura. La ligereza ha sido, además, un aspecto constante e integral el trabajo de estos arquitectos, y este proyecto ofrecía una posibilidad única de experimentar y explorar aún más ese concepto.
Otro concepto con el que también les gusta trabajar es con el de «off-the-shelf» (utilizado para describir un producto que está disponible de inmediato y no está realizado especialmente para satisfacer un propósito particular). En su búsqueda por los materiales más ligeros y rentables en el mercado, dieron con Onduline, un fabricante francés que ofrece un material en rollo de 1 mm de espesor, realizado con poliéster y fibra de vidrio. Su apariencia y delgadez les recordaba al papel de arroz japonés tradicional, lo que transformó su ejercicio en tratar de hacerlo lo más rígido posible. El resultado es un vasto bosque de papel en el que se puede entrar, caminar y perderse. Unas barras de acero, con formas que se adaptan a las de las tiras, contribuyen a hacer la idea edificable.
Como no se podía tocar el suelo del patio, unos cojines amarillos rellenos de agua sujetan el papel para que no se vuele, aunque la suave vibración del conjunto, expresa perfectamente la ligereza de la entidad.