Collage de estilos en Artte: un espacio gastrocultural en Barcelona.
La cultura del té está estrechamente vinculada al espíritu e interiorismo de Artte. El reto a la hora de abordar el proyecto de interiorismo del local, realizado por el estudio de Lázaro Rosa-Violán ha consistido en organizar y conjugar los distintos usos y funciones del local, dotando al conjunto de una sugerente variedad, aunque también, de una coherencia unitaria en su secuencia.
El resultado final, con 400 m2 de superficie, es un ambiente relajado y con personalidad propia. Un espacio inspirador aunque de tono contenido a fin de no restar protagonismo a las diferentes actividades que se suceden a lo largo de una jornada. La propuesta gastronómica evoluciona a lo largo del día (desayunos con zumos naturales, menú de mediodía saludable, meriendas con repostería casera, café, chocolate y amplia selección de tés…) También lo hace la programación de actividades (desde música clásica por las mañanas o jazz a última hora de la tarde, a acciones de pintura, proyecciones audiovisuales o recitales de poesía).
Ya en su entrada, una pared revestida con un patchwork de panots (losetas) de acera con los motivos tradicionales de las calles de Barcelona delata su carácter urbano. La pared opuesta, lisa, se reserva para sesiones de pintura mural en vivo, de carácter efímero propio del arte urbano. Un recurso con el que se apoya la creatividad más joven y, a la vez, se renueva el carácter y tema del muro periódicamente. Tras superar este espacio de transición, ideado como terraza cubierta con algunas mesas, se ubica la tienda de té.
Para exponer la extensa gama de variedades de té y los utensilios de preparación, teteras, libros y todo lo relacionado con el universo de esta infusión, se han combinado distintos muebles de madera construidos con iroco, teca y roble. Sus respectivas cualidades de textura y veteado imprimen variedad y se entremezclan mediante una pátina final de tono tostado.
En la exposición de productos, que busca transmitir orden y espontaneidad a partes iguales, se da un valor compositivo al propio té, alternándolo con los objetos que rodean esta cultura, con un buscado efecto acumulativo.
En el área de degustación de té, un juego de alambiques hace de telón de fondo, como se si se tratara de un “laboratorio”. El diseño de la mesa-barra comunitaria para diez personas permite compartir con el cocinero la preparación de las infusiones y los desayunos. Aquí destaca el diseño de las lámparas de techo, en las que de una estructura metálica cuelgan teteras, jarritas de leche y tazas de porcelana de uso diario. Así, las propias piezas del servicio se convierten en parte de la lámpara y otorgan un sugerente juego de reflejos de luz y sombras.
Los pavimentos de las distintas zonas del local se suceden, de un material a otro, en la transición de los espacios. Del microcemento de la entrada y la tienda de té, pasando por la baldosa hidráulica hexagonal en tono blanco roto de la zona de degustación al revestimiento de madera de roble, tintado en dos tonos y diferentes anchos de tablas, en el espacio de bistrot.
Las proporciones cúbicas de la zona del bistrot, su dimensión y un lucernario traslúcido que deja pasar abundante luz natural lo convierten en un marco privilegiado: es un amplio ambiente de generosa altura sofisticado a la vez que amigable y familiar.
Las lámparas en esta zona funcionan con un sistema de poleas que permiten subirlas y bajarlas. Una secuencia de farolillos suspendidos con estructura de metal externa y globo de papel imprimen un ligero ritmo oriental sobre la línea de mesas. En el centro, dos lámparas con forma atrompetada de plancha de hierro en tono verde degradado procuran luz a una larga mesa comunitaria, evocando un universo postindustrial. Todas ellas han sido diseñadas por el estudio de Lázaro Rosa-Violán.
Las paredes, revestidas con un estuco monocapa que emula una construcción de ladrillo, se han pintado en tono blanco roto. En la pared opuesta al escenario, un grupo de espejos con carpintería negra amplifica el espacio y simula entrada de luz natural. El lucernario del techo está dotado de persianas automatizadas que se cierran cuando se realizan proyecciones audiovisuales.
El mobiliario conjuga sillas y asientos de diferentes estilos y procedencias: dos tradicionales sofás Chester, de ocho plazas cada uno, tapizados en piel marrón y con botonadura en capitoné; una serie de pequeñas butacas tapizadas en terciopelo de color turquesa; asientos de estilo Windsor o sillas propias de café, en blanco y negro, acogen a los cliente con un aire de familiaridad.
En esta zona, se ha buscado que las dimensiones del bistrot y el escenario inviten a la proximidad entre público y artistas. El impulsor de este singular multiespacio, Mario Fradera, lo define como un lienzo en blanco donde “el color lo pondrá cada artista invitado”. De ahí que en el proyecto de interiorismo imponga una cierta neutralidad, donde el acento decorativo radica en las texturas, materiales y soportes.
Tras la barra, un collage de carpinterías de puertas antiguas recuperadas de inmuebles de Barcelona en el que se han mantenido los vidrios originales, con grabados y texturas. Cuatro lámparas industriales en color petróleo iluminan esta zona, mientras que el diseño de los taburetes se inspira en antiguas sillas de barbero.
Destaca, por su parte, la atmósfera lograda en los aseos, un espacio que brilla con personalidad propia. Aquí, cinco grandes vasijas de cerámica esmaltada azul turquesa sobre maceteros de hierro componen el grupo de lavamanos. El sistema de conducción de agua, con griferías de latón y conductos de cobre, queda a la vista, logrando un efecto escultural.
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