Un ático hogareño de 90 metros en Milán, diseño de Roberto Murgia y Valentina Ravara.
Los materiales empleados marcan la personalidad de la casa. En la planta baja, destinada a cocina y salón, las baldosas del suelo hechas a mano otorgan la calidez con la que suele asociar la cocina de una mamma italiana gracias al dibujo y al mosaico hexagonal que forman los azulejos.
Una vieja mesa de madera en el centro de la habitación y una gran estantería en la que también se ha utilizado la madera para las tablas de los estantes son los otros elementos que proporcionan calidez.
Luego viene un contraste que se mimetiza con lo anterior hasta conseguir que la mezcla funcione: acero inoxidable para el mobiliario de la cocina, sillas de Ikea y de la diseñadora italiana Paola Navone, yeso de cemento para las paredes y la protagonista de la estancia: una simple escalera de estilo industrial con barandillas en forma de tubos y pintada con óxido de hierro micáceo.
Si abajo predominan los tonos grises y azules, arriba es el blanco el que se apodera de todo el espacio. Tanto la tarima laminada del suelo como las vigas de madera del techo, así como las paredes, han sido cubiertas de un manto de pintura blanca.
La luminosidad de esta estancia aumenta gracias a dos claraboyas y una ventana.
En esta zona de la casa todavía hay menos mobiliario que en la planta inferior. La cama, un antiguo armario bajo, sillas de Gaetano Pesce y de los Eames, y, al igual que en el salón, varias láminas, fotografías y otras piezas en la pared, entre las que destaca el rótulo de una vieja librería de Turín.
En el baño también se han utilizado baldosas para el suelo, pero esta vez con dibujos inspirados en los mosaicos típicos de las iglesias. El gris también predomina en esta parte y los marcos de las ventanas, al igual que en el resto de la casa, son de color negro.
Fotografías: Giovanna Silva