Jason Flinn: “Los interioristas que sólo se basan en un discurso contemporáneo obvian parte de nuestra historia“
Serge Castella y Jason Flinn ponen en valor el factor artesanal dentro de una disciplina que ha olvidado, en muchas ocasiones, la producción desarrollada con anterioridad.
Tras establecer sus bases en la región catalana del Baix Empordà (Girona), Serge Castella y Jason Flinn abrieron un estudio de diseño en 2006. Afincados en Cataluña desde hace más de tres décadas, la pareja mezcla su amor por las piezas de coleccionismo con las últimas tendencias en interiorismo y diseño. Es en la amalgama de épocas y soluciones que consiguen proponer una obra que reposa en el respeto a la artesanía tradicional, en un camino que rechaza la producción en masa de la lógica empresarial y busca valorar la pieza única y singular hecha desde la espera y la reflexión. En la conversación, Jason toma la voz cantante mientras Serge escucha de fondo. En silencio y sin prisa, combinan su experiencia personal con una panorámica general del sector, tras su trabajo conjunto en el estudio Serge Castella Interiors.
Pregunta: ¿Qué queda en vuestra obra de vuestro pasado como anticuarios?
Jason Flinn: Empezamos con 25 años y es una actividad que no hemos dejado de desarrollar y cultivar hasta el día de hoy. Sin embargo, ahora lo hemos trasladado a una esfera más privada, entre las paredes de nuestra casa. Nosotros llegamos a Cataluña hace treinta años, y poco a poco nos fuimos acercando a la vertiente interiorista. Esta tarea pasó a ser más importante que la parte de antigüedades, y el trabajo lo fue cambiando todo. Sin embargo, seguimos teniendo una galería con algunas piezas, la mayoría de ellas del siglo XX francés e italiano, entre los años treinta y ochenta, más o menos. En nuestros proyectos de decoración nos gusta mezclar épocas; de hecho, también diseñamos campañas que se basan principalmente en ediciones contemporáneas, como lámparas de techo o mesitas. Por decirlo de una manera resumida, valoramos tanto la actualidad como la parte del siglo XX que representan nuestras antigüedades en nuestra propuesta interiorista. Todo va de la mano.
P.: ¿Qué metodología siguen para materializar esta mezcla?
J.F.: No tengo ninguna metodología, este es mi problema. Tenemos un estudio donde trabajamos todos de manera conjunta y seguimos abiertos a todo lo que nos llega a la galería procedente de todo el mundo. También influye que tenemos clientes a los que les interesan piezas únicas e interesantes por sí mismas: existe una interacción entre lo que compramos y lo que acabamos haciendo. El cliente es clave; no seguimos tenemos un guion establecido.
P.: ¿Es posible mezclar la antigüedad con la tendencia más contemporánea?
J.F.: Nosotros somos artesanos: la mezcla es la base de nuestro trabajo. Cualquier interiorista que quiera definirse como tal debe poseer un mínimo de cultura: del pasado, de lo que se hace hoy en día y de las tendencias que están por venir. De hecho, los interioristas que sólo se basan en un discurso contemporáneo obvian una parte importantísima de nuestra historia. La mezcla es el secreto de una casa o un proyecto con cultura. Sin embargo, esto no quiere decir que lo contemporáneo deba pasar a un segundo plano: siempre debe estar presente porque es la manera en la que vivimos hoy. Todo ha cambiado, y ahora no podemos hacer casas históricas porque no es lo nuestro. Debemos estar atentos a todo: lo que se ha hecho bien, lo que se está haciendo bien y lo que se va a hacer en un futuro. Al final, la mezcla se hará sola.
P.: ¿Es posible la singularidad creativa en la mezcla de un mundo cada vez más globalizado?
J.F.: Es cierto que el sector cada vez se orienta más hacia la estandarización, pero es una circunstancia que nosotros tratamos de evitar a toda costa. Rechazamos la globalización que propone muebles comprados en serie y presentados en ferias gigantes organizadas en París o Berlín. Queremos escapar de todo este mundo, y por este motivo trabajamos con artesanos que hacen muebles únicos o, como máximo, en series de ocho. Son artistas que trabajan con piezas antiguas que son únicas. La gran distribución no es para nosotros, no es lo que hacemos. No queremos que la casa que proyectamos para un cliente se repita hasta el infinito, que es lo que sucede al comprar muebles a alguna multinacional del sector.
P.: ¿Cómo se puede valorar esta singularidad en un mundo que parece ir cada vez más deprisa?
J.F.: Por suerte, en nuestro mundo, siguen existiendo personas (no sólo gente mayor sino también jóvenes) que buscan ser únicos; es decir, que rechazan la dinámica de las redes sociales y de los objetos comprados rápidamente que han sido producidos en cualquier país y de cualquier manera. Toda esta gente, culta la mayoría, trabajan con interioristas como nosotros. Somos muchos los que creemos en este modelo de trabajo. Por eso valoramos la artesanía local: toda nuestra fabricación y trabajo proviene de elementos cercanos. Buscamos siempre artesanos locales porque es allí donde se encuentra la autenticidad final de los proyectos: es el valor de lo próximo.
P.: ¿La pandemia favoreció el acercamiento a las empresas que trabajan el territorio?
J.F.: Creo que no ha cambiado nada. La gente que antes trabajaba de esta manera ha sido trabajando así. Los artesanos cada vez son más competentes. Debemos tener en cuenta que hablamos de un mercado completamente distinto al de la gran distribución. Es otro mundo, una atmosfera paralela gigante que entendemos que es cómoda, pero que no nos interesa mucho. Preferimos ir a galerías de París, Londres o Nueva York y descubrir nuevos artistas, o explorar las nuevas propuestas de diseño. Creemos que es mucho más interesante que ir a comprar muebles que se repiten en todas las páginas web del mundo.
P.: ¿Sus proyectos tienen un valor funcional más allá de lo estético?
J.F.: Todo es más sencillo: nosotros hacemos casas para que la gente sea feliz viviendo en ellas. Esta debe ser la prioridad. Creamos lugares que no sé si le añaden un valor al mundo; en cualquier caso, esa no es nuestra principal ambición. Queremos trabajar con gente cercana, con los clientes, y hacerles la vida más cómoda, más estética. Pasamos mucho tiempo en los diferentes proyectos para hacer casas en las que sus propietarios se sientan felices.