La casa pensada como un tamiz, en Pekín.
«Hemos diseñado una casa donde los cambios de material difuminan las fronteras entre dentro y fuera, e incluso entre las propias estancias que componen la vivienda» explican los arquitectos. Un espacio rico en texturas y lleno de capas. Sin excesos decorativos, se apuesta por un ambiente natural, sencillo y tranquilo con marcada estética oriental.
Un interior que simula un bosque
El programa se organiza en dos zonas completamente diferenciadas y con accesos independientes: las plantas sótano y primera. Están conectadas y destinadas a recibir a los visitantes. La segunda, alberga los espacios más privados.
La planta primera ordena las estancias en torno a las salas de estar y de estudio. Un empalillado de roble con estantes para guardar libros o exponer objetos decorativos, crea una capa semitransparente y permite el flujo visual.
Un interesante juego de contrastes y escalas. La pintura de cemento gris y la encimera de hormigón da forma a una caja gris que contrasta con el acabado blanco y la madera del resto de revestimientos.
Situado en la planta primera, el garaje original se ha transformado en una luminosa habitación para invitados.
El sótano relaciona el jardín hundido y el espacio interior, a través de un bosque de bambús que interactúa con el paisaje.
Las estancias más privadas de la planta segunda están formadas por cuatro dormitorios, dos baños y la cocina. Se organizan entorno al espacio diáfano del salón comedor. La bóveda que lo envuelve, suaviza la transición entre techo y paredes, generando un espacio fluido y sin cambios bruscos.
Fotografía: Magic Penny