Norman Foster presenta en la Biennale su mini aeropuerto para drones.
Se trata del primer proyecto de la Fundación que lleva el nombre del arquitecto británico y su objetivo es crear una red de pequeños aeropuertos para drones en Ruanda (África) que permitan distribuir material médico y otros suministros en zonas del continente africano de difícil acceso. El propósito es que todas las aldeas del continente y otras economías emergentes cuenten con un hangar para drones propio en 2030.
El concepto de redes de aeropuertos para drones fue desarrollado por Jonathan Ledgard, fundador de la Pioneering Redline Cargo Drone Network, un concepto que desarrolló en el Instituto Federal de Tecnología de Lausana (EPFL), en Suiza. Ledgar planteó a Foster el reto de diseñar estos pequeños hangares por su experiencia en el diseño de aeropuertos y sus conocimientos como piloto de planeadores, helicópteros y aviones.
Foster presentó el desafío a sus compañeros Narinder Sagoo y Roger Ridsdill Smith, de Foster + Partners. Trabajando con sus equipos, desarrollaron la base de un sistema de bóveda modular. La Fundación Norman Foster se ha encargado de llevarla más allá de la primera fase de viabilidad, lo cual ha permitido al equipo actual diseñar y poner en marcha el proyecto hasta hacerlo realidad.
El proyecto es una evolución de la experiencia del arquitecto en la construcción de aeropuertos, así como de estudios anteriores sobre edificios lunares llevados a cabo en asociación con la Agencia Espacial Europea.
Igual que las estructuras desarrolladas para la Luna utilizan un armazón inflable mínimo y terreno lunar impreso en 3D, el hangar para drones está concebido como un kit de diversos componentes en el que sólo se llevan al lugar deseado el encofrado básico y la maquinaria para fabricar ladrillos. Las materias primas, como la arcilla para los ladrillos y la roca para los cimientos, se obtienen localmente, lo cual reduce el coste del transporte de materiales y lo hace más sostenible.
La idea fundamental es “hacer más con menos”: así, la estructura abovedada de ladrillo, cuyo impacto medioambiental es mínimo, puede ser montada fácilmente por las comunidades locales. Asimismo, pueden unirse diversas bóvedas para crear espacios flexibles en función de la demanda y las necesidades del lugar y la evolución de la tecnología dron.
Los hangares también serán centros de fabricación de drones, lo cual generará oportunidades laborales para la población de la zona. Al ofrecer a los habitantes de esas áreas los conocimientos de construcción necesarios, el proyecto pretende dejar un legado que fomente un cambio mayor que el propio edificio.
El proyecto piloto –que será lanzado este año– tiene su base en Ruanda, un país cuya geografía física y social plantea múltiples desafíos. El plan inicial de tres edificios, que deberían estar finalizados en 2020, permitirá a la red enviar suministros a un 44% del territorio.
Fases posteriores del proyecto podrían suponer más de 40 hangares para drones en toda Ruanda, cuya ubicación en el centro del continente permitiría una expansión más sencilla a otros países vecinos.
Puedes ver cómo nació y se gestó el proyecto en este vídeo:
Más info: thenormanfosterfoundation.com