Archilife de Federico Babina. ¿Y si Marylin viviera en una casa de Mies?
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Una de las obsesiones de Babina ha sido siempre imaginar la vida en las imágenes estáticas de las obras de arquitectura. Representaciones arquitectónicas sin vida, neutras y sin un contexto vital. ¿Pero acaso no es el objetivo de la arquitectura diseñar y construir un espacio donde las personas puedan vivir y practicar sus actividades diarias?
Así que dejándose llevar por la ironía y el humor, como en sus anteriores trabajos, ha añadido vida a diferentes escenarios arquitectónicos, transformándolos en sets de cine. Y quién mejor que los mitos de la gran pantalla para animar las 17 escenas, en la que los edificios icónicos se convierten en «casas» y los grandes actores, en «personas».
En Archilife podemos ver a Alfred Hitchcock afeitándose en el baño de la Villa Savoye de Le Corbusier, a Audrey Hepburn meditando en la Case Study No. 8 de Charles y Ray Eames o a Paul Newman telefoneando, quién sabe si a Joanne Woodward para ver cuándo vuelve a casa, a la Glass House de Philip Johnson. La versión europea la ponen Jean-Paul Belmondo, desde la Maison de Verre de Pierre Chareau; James Dean en la Schröder House de Gerrit Thomas Rietveld o Marcello Mastroianni, colocando una bombilla en la lámpara Coderch que preside el salón de la Casa La Ricarda de Antonio Bonet.