Saraiva Bookstore: una tienda de libros como plaza abierta a Río de Janeiro.
Una arquitectura simple y acogedora en la que la importancia primordial recae sobre los verdaderos protagonistas: los libros, buscando que sea el usuario el que se sirva de la imaginación para descubrir el contenido. Y todo ello teniendo en cuenta que en una librería del siglo XXI, los nuevos contenidos multimedia ocupan tanto o más espacio que los libros en papel. Así que para organizar la tienda y todos sus elementos sin caer en la monotonía y tratando de crear un espacio estimulante para los clientes, se ha creado una atmósfera agradable en la que la gente puede leer, simplemente estar o interactuar.
Ubicada dentro de un centro comercial, Saraiva se divide en cuatro plantas. Los visitantes entran a través de un espacio de doble altura, donde estantes y vitrinas parecen flotar, a fin de destacar los libros y objetos. Algunos estantes están suspendidos por raíles de manera que el diseño puede adaptarse a diferentes configuraciones. El piso de cerámica se desarrolló específicamente para acentuar los efectos de iluminación del espacio y que fuera un lugar vistoso en el que leer sin forzar la vista, objetivo principal. El material principal empleado es nogal brasileño, que supone un telón de fondo neutro que aporta calidez a la variedad de colores y texturas de las cubiertas y packagings.
Las estanterías han sido diseñadas para que ningún libro destaque de los demás y los visitantes disfruten de la diversidad. Se han situado sobre plataformas de diferentes alturas, que hacen referencia a temas variados. Los estantes más bajos permiten leer los títulos por una persona de pie.
El mobiliario extendido a lo largo de la librería, para crear diferentes ambientes de interacción, lectura y probar los diversos gadgets a la venta, es un homenaje al diseño brasileño. La silla Paulistano de Paulo Mendes da Rocha y el sillón Beg de Sérgio Rodrigues, invitan a los lectores a olvidarse del tiempo y disfrutar de los libros.
En el sótano se encuentran varios espacios multimedia, una cafetería, un auditorio y el espacio infantil. En tonos grises, destacan allí los contenidos de electrónica y las vitrinas como soporte para los elementos interactivos.
En la sala de niños se sitúa un banco corrido de formas orgánicas y múltiples colores que invita a los más pequeños a explorar un espacio hecho a su escala. Una serie de nichos de forma trapezoidal ocupan las paredes y destacan diferentes volúmenes de una manera lúdica, suponiendo un cambio radical en el vocabulario arquitectónico de la librería: un mundo aparte para los jóvenes, en definitiva.
Fotografías: Fernando Guerra