Renovarse o morir: ampliarse significó Premio para esta casona cántabra.
La parcela se encuentra situada en el barrio de Rubalcaba, en la localidad cántabra de Liérganes, presentando fachada a lo que fue antiguo Camino Real, que discurría paralelo a la actual carretera a San Roque de Riomiera.
La edificación presenta fachada a un espacio libre, con vocación de plaza, y que sin duda lo fue, antes de que se trazara la actual carretera que desvincula y hunde la magnífica ermita de Santa María La Blanca.
Según definen los propios arquitectos “es un paraje rural típicamente montañés, hoy bastante deformado por las desacertadas intervenciones en los edificio mas próximos. En un pequeño radio se encontraba esta casona, ni más ni menos que la de los antiquísimos Rubalcabas, donde antes tuvieron su torre fundacional, y donde permanece la famosa cruz, ermita, puente sobre el río Miera y molino. Fue un barrio mas poblado entre los siglos XVII y XIX, como atestiguan datos, noticias y cimientos de al menos dos casonas que allí se asentaron”.
Para rehabilitarla, se barajaron y dibujaron varias soluciones para el cliente: desde una vivienda de nueva planta, situada a media ladera y desarrollada en una y dos plantas, hasta el aprovechamiento de la ruinosa edificación.
La vivienda, sin interés artístico y con unos 120 años de antiguedad, “presentaba la suficiente dignidad de una arquitectura anónima y popular” señala el estudio de arquitectura. Se encontraba en la memoria de varias generaciones y su desaparición hubiese supuesto alterar aún mas el entorno. Por todo ello, los propietarios y arquitectos decidieron finalmente su conservación y aprovechamiento.
Sin embargo, el nuevo programa de vida no encontraba cabida en su interior. La casa funcionaba como edificación principal aunque necesitaba el apoyo de dos pabellones para completarla.
De entrada, se desestimó una ampliación en volumen de la edificación principal, proponiendo la implantación de dos piezas independientes, por uso y composición, de menor impacto en un entorno rural, unidas por puentes.
Un nuevo volumen, de planta cuadrada y dos alturas para garaje y biblioteca, se sitúa a un lado de la edifición principal: el segundo, opuesto y de planta rectangular, se compone de dos plantas que albergan instalaciones, bodega y dormitorios de invitados.
La pendiente del terreno semientierra estos nuevos volúmenes, disponiéndose en plataformas naturales, con acceso directo al jardín posterior, caso del pabellón de invitados, o mediante una solana-puente, caso del edificio principal.
Todo ello, y como resultado, forma un pequeño complejo frecuente en la arquitectura montañesa tradicional. Desde la calle se accede a una corralada, conformada por la construcción existente y el pabellón de garaje/biblioteca. La separación entre ambos, cubierta, proporciona al visitante, antes de entrar en la casa, una magnífica panorámica de la “Peña Pelada”.
Fotografías, cortesía de Technal.