Una masía de Arquitectura-G para perderse entre sus laberínticos muros.
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El estudio ARQUITECTURA-G es el responsable de un proyecto que mezcla el antes y el ahora, donde el pasado convive con el presente y en la que todo lo frío se convierte en cálido. En resumen, una masía completamente integrada en el paisaje rural y contemporánea por dentro sin que ello signifique renunciar a sus orígenes.
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La vivienda, de 900 metros cuadrados, está situada a las afueras de una localidad de la privilegiada comarca gerundense, situada en un punto donde el pueblo empieza a diseminarse, provocando por tanto que las casas se conviertan en casonas rodeadas de campos. En este caso, la masía comparte muro con otra de dimensiones más reducidas.
El trabajo de rehabilitación no fue sencillo. Problema número uno: las viviendas de esta zona se construyeron en su día sobre la propia roca. Como consecuencia, la planta baja de la masía se adapta en función de las diferentes pendientes del terreno.
Problema número dos: varias ampliaciones y modificaciones a lo largo del tiempo. Esto provocó innumerables estancias repartidas en tres plantas, cada una diferente de la otra. Las había encadenas entre sí, pero también otras aisladas, incluso sin luz y ventilación, nos cuentan desde el estudio. Además los espacios de uso agrícola se mezclaban con los domésticos.
Por último, el corazón de la casa era el espacio más marginal y lúgubre de todo el conjunto. Había que intervenir y mucho. El estudio empezó esponjando el volumen, aprovechando un patio existente en la planta baja.
También abrieron otro patio, de generosas dimensiones, en la segunda planta. Con esta operación los dos espacios más voluminosos y perjudicados del centro de la casa (continuos entre sí) ahora quedan al descubierto, lo que se ha aprovechado para convertirlos en el distribuidor central de la casa y en la piscina.
La segunda gran intervención fue limpiar la masía de tabiques innecesarios pero respetando la estructura muraría, que además queda a la vista en toda la casa. Ahora todas las estancias están conectadas entre sí y todas consiguen relación con el exterior a través de patios y ventanas. Ahora bien, el carácter laberintico de la casa no desaparece; al contrario, se potencia con nuevas circulaciones que paradójicamente facilitan el uso de la vivienda, según el estudio.
Por otra parte, todos los apeos en la estructura muraría de la casa se han ejecutado mediante perfilería de acero oculta en la piedra, dando al conjunto de pilares un ritmo que se repite.
Eso sí, tanto la estructura metálica como las nuevas puertas y ventanas, se han pintado de color burdeos para diferenciarlas de las intervenciones preexistentes. En los suelos, por su parte, han conservado la antigua rasilla manual de color rojo –en la que el trazo del tiempo es visible– para que contraste con el pulcro reflejo de la nueva cerámica.
En cuanto a los colores, el blanco manda con el objetivo de convertirse en un lienzo en el que los materiales sean quienes construyan los espacios. De este modo, la baldosa vidriada de color marrón, típica de la zona, es el hilo conductor que acompaña al habitante en todo momento.
Por último, cada habitáculo es ahora una pieza autónoma y tiene su propio mobiliario construido en obra y revestido de la misma pieza cerámica. La decisión de cubrir todos los planos horizontales con esta pieza genera extensos mantos marrones tornasolados que se superponen a través de las diferentes diagonales visuales.
Fotografías: José Hevia