La Demba: arte, gastronomía e historia en el Pirineo aragonés.

Dejarlo todo y marcharse al campo, o a la montaña, a volver a disfrutar de la vida. Eso decidieron Jota y Josep al descubrir la Casa Fumanal en el Pirineo aragonés, a la que han transformado para convertirla en un exquisito hotel-restaurante en el que se vive "como en el siglo XXI conservando la naturaleza austera de su procedencia".

La Demba se encuentra en Abizanda, en el Pirineo de Huesca, y es una antiquísima casa de campo que data del siglo XIV al menos, que los arquitectos Carlos Cebollero y Esperanza Rambla han adaptado a partir del uso de materiales originales que van desde el barro, la madera, la piedra, hasta el revoco de cal y el mosaico hidráulico, innovando también donde hiciera falta. Una casa sostenible, en la que la inercia de las paredes siguiera conservando el fresco en verano y la calidez en invierno, en la que recuperar el agua de la lluvia para poder usarla para regar el huerto. Por ello dispone de una caldera de biomasa mixta que puede alimentarse de pellet o del propio resto de poda una vez triturado y secado. Una casa en la que el impacto ambiental fuera el mínimo posible, por lo que se instaló una fosa séptica natural, con suelos radiantes, bombillas de bajo consumo y leds en todas las estancias, y poco alumbrado exterior para evitar la contaminación lumínica. En definitiva, una casa que vista de lejos se asemejara a cualquier otra casa tradicional aragonesa y que por dentro combinara pasado, presente y futuro con una decoración cargada de elementos artísticos, muebles antiguos recuperados y mobiliario de diseño, del que los dueños se declaran fans incondicionales.

Para la decoración de las zonas comunes, el antiguo mobiliario de la casa «fue encontrando su sitio por sí solo», encontrando complementos de fuerte contraste pero buen gusto en la forma de sillas, mesas y lámparas de diseño, provenientes de Moises Showroom. Se recuperaron también antiguas vigas y maderas de la casa para que artesanos de la zona construyeran con ellas mesas y camas, con antiguas ventanas se hicieron cabezales, con puertas de balcones armarios… cada cosa fue de este modo ocupando su espacio.

Las diez habitaciones de La Demba han estado pensadas, ideadas, trabajadas y diseñadas por diez artistas diferentes: Fer, Lusesita Delicatessen, Sergio Mora, Adela de Bara, Rosa Fumanal, Elisabeth de Quasstheniet, Carlos Cebollero y Esperanza Rambla (los arquitectos encargados de la reforma), Eva Armisén, Soivi Nikula y Jesús Blancas. «Nos reunimos con ellos planos en la mano y les presentamos el proyecto arquitectónico aún por acabar, y así tuvieron la oportunidad de escoger alicatados, formas de sus baños, habitación y después el mobiliario, las lámparas, la ropa de cama … les entregamos un dossier con el antiguo mobiliario y enseres de la casa por si les interesaba trabajar con algo, y de ese modo cada habitación fue tomando forma y personalidad según el arte de quien la trabajó», explica Jota. Diez habitaciones que son diez galerías, que son diez espacios únicos, diez imaginarios personales en los que descansar y convivir estrechamente con el arte.

La Demba es por tanto un Hotel-Arte, con biblioteca que se va llenando de las donaciones de los escritores y editores que pasan a visitarnos, con pequeña galería de arte de las diversas exposiciones que van pasando; con inauguraciones de exposiciones de pintura, escultura, fotografía, ilustración, grabados cada tres meses; con talleres varios que han ido pasando (encuadernación – cine maleta ambulante – libros bonitos – fotografía – cocina – escritura creativa – fieltro natural …) y otros muchos que nos quedan por realizar; con un restaurante que sigue los parámetros de la filosofía km 0, es decir, comida de cercanía en la que prima la calidad del producto y la procedencia – bueno, sano y limpio -, una Demba en la que se respira el silencio, la paz, la tranquilidad, las cosas hechas con amor y sobre todo en la que el arte y el diseño son los protagonistas de todos sus rincones.