El cielo gris que cubre día sí y día también Santander es para el arquitecto genovés Renzo Piano el manto perfecto para el futuro Centro Botín. Diseñado por él, el edificio cambiará sustancialmente la fisonomía de esta ciudad inequívocamente norteña, que gracias a esa luz plata (“muy sutil, que llega del lugar adecuado: el sur”) lucirá con todo su “generoso” esplendor. “Porque ya no es el tiempo para los excesos ni para la retórica en la arquitectura”, dice Piano. “Esta crisis es mala para los hombres pero buena para las construcciones, las volverá más morales, más sabias y más honestas”.
El edificio será una estructura voladiza que literalmente se suspenderá en el aire para abrirse al mar y estará recubierto de 360.000 piezas de cerámica de un color perla nacarado. Para su creador, una obra alejada de cualquier arrogancia. “No es un edificio de grandes dimensiones”, afirmó Piano durante una conversación con El País, “su tamaño y presupuesto son pequeños, lo importante es su intensidad, su tensión, su poesía”.
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