Una antigua azotea al borde del colapso se ha transformado en un pequeño piso alegre y sorprendentemente funcional en Madrid. Casa Cometa, el nuevo proyecto de Bardo Arquitectura, parece levitar sobre una estructura ligera donde confluyen creatividad, color y geometría.
Arquitectura desde las alturas
Nada hacía presagiar que aquel espacio de apenas 50 metros cuadrados, en el céntrico barrio madrileño de Tetuán, y con una estructura cediendo, pudiera convertirse en un pequeño apartamento divertido, desafiante y poético. Pero en la arquitectura, como en la poesía, el vacío también tiene forma.

Así, Bardo Arquitectura apostó por intervenir desde la intuición material y espacial. En lugar de limitarse a reforzar la cubierta, el estudio propuso construir una nueva. O más bien, tejerla. Con ello, nació una segunda planta ingrávida, construida con una cercha tubular que actúa como un esqueleto aéreo: ligera pero resistente. Una intervención que, sin sobrecargar la estructura existente, la refuerza con inteligencia y mucha creatividad.

Gracias a la ‘atomización’ de sus puntos de apoyo, esta cercha resuelve el conflicto estructural y, además, se convierte en el alma del proyecto que lo articula todo. Como una cometa, sí. Pero también como una escultura habitada que redibuja el espacio desde la técnica.

Texturas en suspensión
En Casa Cometa, la ligereza no es una idea: es un concepto experiencial. Para reforzar la percepción de ingravidez, Bardo Arquitectura ha trabajado con una paleta cromática pensada como un gradiente emocional.

En la planta superior, cremas y azules cielo multiplican la luz y diluyen los límites. En la inferior, materiales más densos como la madera, el pavés o la cerámica en tonos terracota aportan calidez, peso visual y una cierta sensación de refugio.

Entre ambos niveles, se han introducido superficies reflectantes que difuminan los contornos y amplifican la percepción del espacio. Espejos, bloques de vidrio y acero pulido convierten cada desplazamiento en un juego óptico. De este modo, no hay una jerarquía visual entre estancias. Solo una circulación libre, fluida, que permite a los habitantes repensar los usos según sus propios ritmos.

Selección curada de piezas y objetos
El mobiliario, curado por Bardo Arquitectura con mucho criterio y sensibilidad, acompaña y refuerza la atmósfera del proyecto sin imponer protagonismos. Más que llenar, define su identidad con lo mínimo. La selección combina piezas de diseño contemporáneo de firmas como Muuto, &Tradition, HAY o Momocca con otras más escultóricas, como las obras de Iria Martínez, que parecen brotar del suelo como satélites estructurales.


Por otra parte, la escalera, diseñada a medida en azul intenso, conecta ambos niveles. Pero además tiene una múltiple función: es almacenamiento, color y transición. Cada objeto y cada textura parecen haber sido elegidos tanto por su función como por su capacidad de narrar, de prolongar el carácter lúdico y singular del conjunto. Y es que Casa Cometa no solo se habita: también se recorre con la mirada.

Lo pequeño como potencia
En tiempos en los que el metro cuadrado urbano se mide como un recurso escaso, este proyecto demuestra que lo esencial no es crecer, sino elevarse. Desde la ruina estructural al equilibrio ingenioso; desde la estrechez a la sorpresa espacial, Casa Cometa desafía la arquitectura como una forma de pensamiento en movimiento.

Es una casa para vivir con libertad. Para reconectar con la alegría de habitar. Para entender que incluso un pequeño refugio puede ser monumental si se diseña con sentido, sensibilidad y visión. Como una cometa que se eleva, Casa Cometa no escapa de la tierra, pero sí la reimagina.

Fotografía: Germán Sáiz
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