La cama deja de ser solo un mueble para convertirse en manifiesto. Desde instalaciones inmersivas hasta diseños comerciales, el fenómeno del ‘bed rotting’ revela una nueva forma de habitar el cuerpo, el hogar y el tiempo.
Las camas dominaron el paisaje del diseño en Milán durante la Design Week 2025. No fue una coincidencia ni una casualidad comercial: desde instalaciones conceptuales hasta propuestas de marcas consolidadas, el mueble más íntimo del hogar se alzó como el gran protagonista de esta edición. En un momento en que la casa sigue redefiniéndose como lugar de trabajo, evasión y cuidado, la cama deja de ser un símbolo de descanso aspiracional para convertirse en algo más profundo, más visceral.

El fenómeno tiene nombre —y actitud—: bed rotting. Lejos de ser el último trend en redes sociales, este gesto de quedarse en la cama no como síntoma de pereza, sino como elección consciente, casi filosófica, se ha filtrado en la cultura del diseño como signo de esta época. Dormir, descansar, pero también desconectar, resistir o simplemente no hacer. La cama ya no solo se viste con textiles o estructuras esculturales; ahora se reviste de significado.

El diseño abraza el arte de quedarse en la cama
Al recorrer los espacios de fuorisalone, fue difícil no notar la cantidad de instalaciones que orbitaban en torno a este mobiliario. Las camas estaban por todas partes. Sin ir más lejos, la firma de moda The Row presentó sus nuevas mantas de cachemira en un boudoir minimalista llevado al extremo.

En el otro lado del espectro, Dimore mostró para Loro Piana una cama redonda, cromada y cubierta de terciopelo, con sábanas de seda que evocaban el deseo exuberante de los años 70.

El fenómeno no fue solo conceptual: también apareció en piezas de archivo reeditadas y nuevas propuestas comerciales. Carl Hansen & Søn expuso por primera vez su Spherical Bed, un diseño curvo y elegante de Kaare Klint de los años 30, ahora disponible en versión doble.

Garance Vallée, por su parte, presentó una cama de madera de wengué y pelo largo como parte de su colección para Monde Singulier, reafirmando la cama como objeto escultórico.

Incluso el nuevo sofá Butter de Faye Toogood para Tacchini puede transformarse en una gran superficie continua, gracias a sus módulos conectables, difuminando la línea entre sofá y cama. Fuera como fuese, la cama se convirtió en el escenario desde el que mirar —o ignorar— el mundo exterior.

Este giro hacia el bed rotting no habla solo de confort, sino de un deseo colectivo de recogimiento. Un retorno al núcleo. En tiempos de hiperproductividad, habitar la cama se convierte en un acto de resistencia suave, una búsqueda de límites, incluso una forma silenciosa de protesta. Si el sofá fue el símbolo del cocooning en años anteriores, hoy es el colchón quien reclama su lugar como epicentro emocional del hogar.
Y, como siempre en Milán, la forma acompaña al fondo: materiales envolventes, líneas suaves, tejidos que sugieren cuerpo y pausa, tonalidades que bajan el volumen visual y nos invitan a quedarnos. La cama ya no es un fin del día, sino un comienzo posible. Un lugar desde el cual repensar el diseño, el tiempo y la forma en que queremos habitar el mundo.
Foto de portada: Auping
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