El hogar del presente se transforma en un ecosistema flexible, compartido y emocionalmente sostenible, capaz de adaptarse a los cambios sociales, demográficos, económicos y personales. Ya no se trata solo de arquitectura, sino de una nueva forma de habitar. Analizamos esta tendencia extraída del informe The New Habitat 25/26, elaborado por APE Grupo en colaboración con la consultora Futurea.
¿Puede una casa ser algo más que un lugar donde vivir? Esa pregunta, que parecía casi filosófica, se ha convertido hoy en una necesidad concreta. Lejos de ser un simple espacio estático, la vivienda evoluciona hacia un modelo vivo, dinámico y consciente, que responde a los retos de nuestro tiempo.

El cambio de modelo no es una utopía proyectada en el futuro. Está ocurriendo ya. Y lo más interesante es que no tiene una única dirección, sino que se fragmenta en múltiples caminos.
Desde la vivienda compartida hasta la multigeneracional, pasando por el renacimiento de los espacios exteriores, el hogar del mañana se dibuja a partir de la adaptabilidad, la convivencia y la inteligencia del diseño.
Espacios que se comparten, no se sacrifican
Uno de los fenómenos más evidentes es la consolidación de las viviendas compartidas. Lejos de tratarse de una solución provisional o exclusivamente económica, modelos como el coliving, cohousing o el senior living abren posibilidades reales de convivencia más inclusiva, flexible y humana. El informe apunta que estos formatos crecerán un 51,9% en los próximos cinco años, confirmando que compartir casa no es sinónimo de ceder espacio, sino de ganar comunidad.

Ante el colapso de los modelos de vivienda tradicionales, estos formatos ofrecen una respuesta creativa a la escasez de espacio, al envejecimiento de la población o al encarecimiento del acceso a la vivienda. El dormitorio se redefine como un microcosmos autosuficiente, mientras que las zonas comunes reclaman una identidad propia, pensadas tanto para el encuentro como para el descanso. Esta nueva domesticidad no busca replicar el hogar nuclear, sino diversificarlo.

La casa como reflejo de todos, no de uno solo
En paralelo, otra tendencia que se consolida es la de la vivienda multigeneracional. Un 46% de los jóvenes españoles entre 25 y 34 años sigue viviendo con sus padres. Y no se trata de un fenómeno exclusivamente económico: en una sociedad donde los modelos familiares se diversifican y los mayores desean mantenerse activos más allá de los límites de las residencias, el hogar se convierte en punto de encuentro entre generaciones.

Esto supone un auténtico desafío para el diseño. Ya no basta con “ampliar el salón”: hay que repensar la distribución, eliminar jerarquías espaciales y garantizar que cada generación encuentre su lugar, tanto funcional como emocional. La privacidad se convierte en una cuestión de diseño, y lo hace sin aislar. Se impone una arquitectura del equilibrio: separados, pero juntos.

La Garden House de Noiascape, en Londres, ofrece amplias superficies que funcionan indistintamente como asientos, escalones y encimeras. Créditos: Noiascape. Operador y desarrollador: Noiascape. Diseñadores, estrategia creativa y estrategia comercial: Noia Studio. Fotografía: Luke Hayes.
Cuando el salón se va al jardín
En este nuevo hábitat, el exterior ya no es un extra, sino una extensión natural de la vivienda. Terrazas, patios, balcones y jardines se transforman en oficinas, comedores, gimnasios o lugares de descanso. En las ciudades, el balcón se convierte en un bien preciado; en las áreas rurales, el fuego vuelve al centro, a través de firepits y salones al aire libre.

Este regreso a la vida exterior no es anecdótico: responde a una necesidad real de contacto con la naturaleza, bienestar emocional y salud física. Las fronteras entre dentro y fuera se difuminan. El confort se traslada al exterior mediante textiles, toldos o mobiliario multifunción. No se trata de decorar, sino de habitar el aire.

Una vivienda que piensa (y siente)
La casa ya no se mide en metros cuadrados, sino en capacidad de adaptación. Se diseña para desmontarse, reconfigurarse, y acompañar los cambios vitales. El auge de las particiones ligeras, los espacios intersticiales o las zonificaciones blandas no es una moda, sino la respuesta a una necesidad de flexibilidad sin precedentes. La intimidad ya no es un muro, sino una intención.

Ya no se trata de imaginar casas futuristas, sino de diseñar mejor las que ya habitamos. Las tendencias que impulsan esta transformación tienen algo en común: parten del ser humano y sus necesidades reales. Porque si el hogar puede influir en nuestra felicidad, entonces redibujar el hogar es, en el fondo, redibujar la vida.
Estas ideas y datos forman parte del informe The New Habitat 25/26, elaborado por APE Grupo en colaboración con Futurea, que analiza los nuevos modelos de vivienda desde una perspectiva social, emocional y de diseño.
Foto de portada: Interior de la Three Generation House de BETA office for architecture and the city
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