Entre los acantilados de Barrika y la firme silueta del paisaje costero, se alza Casa Rosa con una presencia serena pero decidida. Polo Estudio firma un proyecto que reinterpreta el pasado con sensibilidad contemporánea, combinando arquitectura vernácula, tradición estructural y materialidad expresiva.
Un volumen compacto que dialoga con el entorno
Casa Rosa se presenta como un volumen sobrio, casi silencioso, pero cargado de intención. Su forma simple y sus 420 m² distribuidos en tres niveles responden más a una decisión contenida que a una afirmación ostentosa. Sin embargo, esta contención es estratégica: la vivienda se abre solo hacia donde el paisaje lo exige y se protege allí donde el clima del Cantábrico impone sus reglas.

Así, Polo Estudio ha apoyado Casa Rosa sobre una idea clave: los muros portantes de hormigón armado pigmentado no solo la sostienen, sino que también la definen. Son estructura y piel, escudo y ventana, sin artificios ni revestimientos que disimulen su esencia. Por una parte, la mezcla, coloreada con pigmento siena, dibuja una pátina que evoluciona con el tiempo, convirtiendo la fachada en una superficie viva, casi biográfica. Por otra, la textura del encofrado y las pequeñas imperfecciones no se esconden: forman parte de esa belleza honesta.

Habitar el umbral: el arte de lo intermedio
Polo Estudio ha preferido definir Casa Rosa no por sus estancias, sino por sus transiciones. En ella, tres espacios intermedios, concebidos con distintas intensidades de privacidad, articulan el recorrido entre interior y exterior. En primer lugar, lo guía un umbral cubierto que da la bienvenida desde el norte. A continuación, un porche generoso, orientado al sur, actúa como centro vital y social de la vivienda. Por último, una terraza ubicada en planta alta, oculta desde la calle.

Además de conectar visualmente la casa con el entorno, estos espacios introducen un juego de luces, sombras y protección que acompaña la rutina diaria. Gracias a ello, el resultado una vivienda que se habita tanto en sus estancias como en sus bordes, donde la arquitectura deja de ser fondo para convertirse en protagonista de la vida doméstica.

La estructura de hormigón como lenguaje
El momento más expresivo del proyecto sucede en la fachada principal. Allí, una gran viga de hormigón de 13 metros permite una apertura sin apoyos intermedios que conecta el corazón de la casa con el jardín. Este recurso técnico se presenta también como un gran acto poético. De esta manera, el interior, formado por el salón, el comedor y la cocina, se diluye hacia el exterior en una continuidad visual que amplifica la escala del espacio.

Por su parte, la cocina, diseñada por Polo Estudio y fabricada localmente en roble tintado, refuerza el carácter noble y sereno del conjunto. Además, la curada selección de piezas como la mesa de roble macizo o los taburetes de Etnicraft responde a un discurso material coherente, donde cada textura y cada objeto refuerzan la unidad estética de la vivienda.

Interiorismo cálido y silencioso
En el interior, los materiales hablan sin estridencias. El roble oscurecido, las alfombras de espiga y la cuidada selección de mobiliario componen una atmósfera tranquila. Asimismo, las obras de arte, creadas ad hoc por Dok Atelier para el espacio principal, suman capas de identidad sin romper la armonía general.

Por otro lado, la distribución responde a un esquema claro y flexible: zona de día en planta baja, dormitorios en planta superior con acceso a la terraza más íntima, y garaje y almacenamiento en el sótano. Así, cada nivel responde a una lógica funcional sin perder la continuidad formal y material del conjunto.

Una nueva forma de habitar la tradición
De esta forma, Casa Rosa se presenta como el particular homenaje de Polo Estudio a lo esencial, a la estructura como belleza y al material como relato. Lejos de reproducir el caserío vasco de forma literal, la vivienda propone una reinterpretación serena y contemporánea de sus valores: la sobriedad formal, la relación con el paisaje y la honestidad constructiva. En definitiva, una nueva tradición nacida del respeto, la intuición y el profundo conocimiento del lugar.

Fotografía: Erlantz Biderbost
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