Cómo crear un oasis de bienestar entre palés y camiones en Mercamadrid
Las oficinas de Frutas Eloy, un proyecto de Picado-De Blas Arquitectos, contradicen el paisaje industrial de Mercamadrid con un interiorismo que llena de belleza y bienestar esta gran nave industrial.
Humanizar una gigantesca nave logística
Enclavado en el sureste de Madrid, Mercamadrid es una inmensa ciudad alimentaria donde cada madrugada miles de toneladas de frutas, hortalizas, pescados y carnes se mueven a un ritmo vertiginoso. Este complejo logístico de más de 220 hectáreas alberga cerca de 800 empresas y da servicio a más de 12 millones de consumidores. Camiones frigoríficos, carretillas elevadoras y operarios en continua actividad forman parte de su ecosistema. Un lugar donde no cabe el diseño… ¿O sí?
En este contexto nos encontramos con las oficinas de Frutas Eloy, un proyecto que trasciende los límites tradicionales de los espacios industriales. Huyendo de las soluciones estándar que suelen dominar el paisaje de las naves logísticas, la nueva sede de la empresa redefine el significado de trabajar en un entorno productivo.
De la mano del estudio Picado-De Blas Arquitectos, estas oficinas responden a criterios de eficiencia y sostenibilidad; pero también proponen una experiencia laboral estimulante, humana y culturalmente rica. La intervención arquitectónica demuestra que incluso en los márgenes del gran engranaje logístico, puede haber espacio para la belleza, la innovación y el wellbeing.
Luz, escala y arquitectura con valores propios
El proyecto parte de una premisa clara: crear una arquitectura interior con valores propios, sin depender de la preexistencia industrial que la envuelve. La nave que alberga las oficinas era una caja sin carácter, como tantas otras en el entorno logístico de Madrid. Los arquitectos la vaciaron y, a partir de ahí, construyeron un volumen interior que establece un lenguaje particular.
Lo primero que se percibe al entrar es la luz natural inundando los espacios desde la fachada sur, gracias a una piel acristalada y una terraza longitudinal que actúa como umbral entre el mundo exterior y el nuevo interior.
El proyecto no busca competir con el edificio industrial, sino generar un contrapunto. Donde antes había rigidez funcional, ahora hay atmósfera, ritmo y escala. La repetición estructural del esqueleto metálico se diluye ante una intervención que introduce proporción y matices, a través de la luz, la madera y el color.
Neuroarquitectura en las oficinas de Frutas Eloy
El interiorismo no se entiende aquí como mero decorado. Es un sistema constructivo que da forma a la vida diaria de quienes trabajan en Frutas Eloy. La madera de roble natural, presente en revestimientos, techos y mobiliario, aporta calidez. Los suelos de linóleo en color topo dialogan con el gris de la estructura vista, generando una atmósfera sobria al tiempo que acogedora.
La neuroarquitectura ha demostrado que los colores vivos pueden influir positivamente en el estado de ánimo y la productividad, aspectos fundamentales en el diseño de espacios laborales. Por ello la paleta de colores vibrantes en Frutas Eloy no solo busca estética, sino también bienestar emocional.
Un espacio pensado para las personas
Las oficinas se estructuran con generosidad espacial. Las zonas comunes fomentan la interacción y el descanso; mientras que los puestos de trabajo se benefician de la ventilación cruzada, la entrada de luz y la conexión visual con el exterior.
Una de las apuestas más arriesgadas de este espacio de trabajo es la incorporación de un área de show cooking, donde chefs galardonados con estrellas Michelin realizan demostraciones culinarias para clientes y empleados.
Con esta intervención, Frutas Eloy y Picado-De Blas demuestran que incluso en un entorno industrial, es posible crear experiencias enriquecedoras y multifacéticas. Una apuesta valiente que hace del diseño una herramienta cotidiana y no un lujo.
Fotografía: Alberto Amores