Con solo cuatro tabiques se estructura esta casa en Hondarribia
Casa Bordari es una vivienda de apenas 50 m² en Hondarribia que se estructura a través de la luz. En ella, el estudio vasco Ortega Diago replantea el espacio con una solución sencilla y efectiva: cuatro tabiques que apenas tocan el techo y un volumen circular que transforman por completo la percepción de la casa.
De un interior oscuro a un espacio en movimiento
Antes de la intervención, Casa Bordari era una vivienda muy compartimentada y sombría. Su distribución giraba en torno a un pasillo serpenteante que separaba las estancias y dificultaba el paso de la luz natural. Con una única entrada de luz en el salón, el resto de la vivienda quedaba en penumbra, especialmente el acceso, que se parecía ajeno al conjunto.
De esta forma, la nueva propuesta Ortega Diago pretende reestructurar el espacio y dibujar su propia manera de ser habitado, diluyendo los límites físicos sin perder funcionalidad.
Una distribución que respira
El proyecto del estudio vasco pasa por eliminar el pasillo y diseñar una planta fluida, donde las estancias se suceden sin interrupciones rígidas. Así, el dormitorio, la cocina y el salón dejan de ser compartimentos estancos y comienzan a dialogar entre sí. Además, cuatro tabiques estratégicamente dispuestos organizan el espacio sin tocar el techo ni las paredes perimetrales. Gracias a su disposición, la luz recorre toda la vivienda con total libertad, colándose hasta los rincones más inaccesibles.
En el centro de la nueva distribución, un volumen circular actúa como punto de referencia. Su presencia organiza la circulación sin necesidad de barreras visuales. Ahora, la vivienda ya no se percibe como una sucesión de habitaciones, sino como un conjunto flexible y continuo.
Una nueva dimensión visual
En este pequeño piso, Ortega Diago ha encontrado el escenario ideal para rendir homenaje a Dora Maurer. A través del juego de los cuatro tabiques, el estudio reinterpreta la serie Sluices nº12 de la artista visual húngara. En sus obras, Maurer exploraba la transformación del espacio mediante planos que se desplazan y superponen, generando ilusiones ópticas y nuevas dimensiones perceptivas.
Así pues, este concepto se materializa en Casa Bordari en la colocación estratégica de los tabiques. Su disposición fragmentada y la ausencia de uniones con el techo crean la ligera sensación de estar suspendidos en el aire. A lo largo del día, proyectan sombras cambiantes que potencian la percepción de amplitud.
Además, este sistema permite que la vivienda se transforme con el uso. Los tabiques se deslizan, pivotan y se adaptan a las necesidades de cada momento, generando configuraciones espaciales flexibles sin necesidad de elementos añadidos.
Materialidad y ritmo visual
Más allá de la distribución, el proyecto encuentra su equilibrio en una paleta material serena y coherente. La piedra arenisca, en su tonalidad natural, se convierte en el hilo conductor del espacio. Cubre el volumen curvo central, define el suelo y reaparece en la ducha, creando una continuidad visual y táctil que refuerza la cohesión del conjunto.
En la cocina, el acero introduce una sutil ilusión óptica de repetición y reflejo. Este material amplifica la luz y potencia la sensación de amplitud. Por su parte, las puertas y los elementos de almacenaje, revestidos en madera, continúan el juego visual de patrones. Para mantener la armonía, los tiradores, también de acero, marcan el ritmo sin interrupciones bruscas.
Por su parte, los grandes ventanales del salón se visten con cortinas de visillo ligero, lo justo para filtrar la luz sin restarle protagonismo. Así, la vivienda captura toda la claridad exterior y la convierte en un elemento arquitectónico más.
Fotografía: David Zarzoso