Joyas brutalistas: 7 edificios españoles donde el hormigón es el protagonista
La arquitectura brutalista es amada y odiada a partes iguales debido a su sinceridad constructiva y falta de ornamentación. En Diariodesign hemos hecho una selección de 7 edificios brutalistas aprovechando que en España atesoramos auténticas joyas enmarcadas bajo esta corriente arquitectónica.
Torres Blancas, Madrid (1969)
Al nordeste de Madrid encontramos un coloso de hormigón considerado uno de los mayores iconos de arquitectura brutalista en España. El proyecto, diseñado por Francisco Javier Saénz de Oiza a finales de los años 60, supuso un punto de inflexión en la concepción formal de la arquitectura residencial de la época.
El arquitecto navarro planteó una ciudad vertical de 23 plantas y 81 metros de altura que incluía todo lo necesario para que sus habitantes no tuviesen la necesidad de salir al exterior. Una piscina en la azotea, salas de exposiciones, zonas comerciales y hasta un restaurante que estaba conectado mediante un montaplatos con cada una de las lujosas viviendas. Si quieres ver como lucen por dentro en la actualidad, aquí te dejamos un proyecto publicado en Diariodesign.
Espai Verd, Valencia (1991)
Espai Verd es una utopía brutalista construida en Valencia a principios de los años 90 por el arquitecto Antonio Cortés Ferrando. Aunque tipologicamente responde las necesidades de un edificio residencial, Espai Verd se asemeja más a una “ciudad compacta” donde lo privado y lo público conviven en perfecta armonía. De este modo, los vecinos de las 108 viviendas que componen el inmueble disfrutan de miradores, fuentes, zona deportiva, piscina, e incluso una montaña con pinos convirtiendo el conjunto en un auténtico oasis urbano.
Su imponente estructura vista de hormigón -prefabricado y también in situ– junto a sus generosas dimensiones hacen que esta obra sea considerada como brutalista. Una auténtica joya de visita obligada para todos aquellos que viajen a Valencia. En Diariodesign tuvimos la oportunidad conocerla en primera persona gracias a la última edición de Open House Valencia y no defraudó.
La Fábrica, Sant Just Desvern (1975)
“Doméstico, monumental, brutalista y conceptual”, así definió Ricardo Bofill este proyecto. La historia del edificio comenzó a principios de los años 70, cuando una antigua fábrica de cemento en una localidad cercana a Barcelona quedó abandonada. En ese momento el ilustre arquitecto vio las posibilidades de transformación de este monumental inmueble para convertirlo en su casa estudio.
El resultado es un proyecto de más de 3.000m2 que aúna brutalismo y romanticismo, manteniendo intacta la esencia industrial del edificio original. Elementos como los silos, la chimenea, los cuatro kilómetros de galerías subterráneas y las salas de máquinas, conviven en perfecta armonía con espacios de trabajo, dormitorios privados y espacios multifuncionales para acoger conferencias o exposiciones.
Santuario de Arantzazu, Guipúzcoa (1955)
El santuario de Arantzazu, considerado uno de los centros de peregrinación más importantes del País Vasco, se ubica en Oñate, Guipúzcoa. Aunque el edificio original data del siglo XIV, nos interesa especialmente la ampliación que tuvo lugar a principios de los años 50. Se lanzó un concurso, del cual resultaron ganadores los arquitectos Luis Laorga y Francisco Javier Sáenz de Oiza. El jurado definió su propuesta como robusta y sencilla, igual que el alma vasca.
Arantzazu significa en euskera abundancia de espinos. El homenaje a los orígenes del lugar lo encontramos en varias partes del nuevo edificio: las torres intentan recrear tres espinos, por eso están compuestas de grandes piedras de puntas de diamante. El interior, austero y monumental, cuenta con una talla de la virgen situada sobre un tronco de espino blanco.
Las tres chimeneas, Sant Adrià del Besòs (1976)
Las Tres Chimeneas es como se conoce popularmente la central térmica de Sant Adrià de Besòs. Se trata de una instalación diseñada por el arquitecto Eduard Ferrés y construida en su totalidad con hormigón armado, operativa entre 1973 y 2011. Tras su desmantelamiento, se han conservado la sala de turbinas y sus tres icónicas chimeneas. Actualmente son propiedad municipal y están en proceso de declaración de Bien Cultural de Interés Local.
Prueba del potencial que reside en este símbolo industrial, lo encontramos en lo acontecido durante la bienal Europea Manifesta 15. Se trata de un festival nómada que vincula arte y urbanismo que celebró su quinceava edición en Barcelona y su región metropolitana. Las Tres Chimeneas actuaron como escenario de la bienal con presentaciones tanto en el interior de la antigua sala de turbinas como en el exterior y sus alrededores.
Walden 7, Sant Just Desvern (1975)
Walden 7 es un laberinto modular diseñado por Ricardo Bofill en los años 70 inspirado en la utópica obra de ciencia ficción de Burrhus Frederic Skinner. Con un total de 446 viviendas, espacios públicos, salas de reunión, salas de juego, bares y tiendas y dos piscinas, el edificio se planteó como una ciudad vertical donde el espacio público y privado dialogaran entre sí.
El monumental edificio se compone de 5 patios intercomunicados mediante 5km de circulaciones horizontales y verticales. Las viviendas, que alojan a más de 1.000 residentes, se configuraron mediante la unión de módulos cuadrados de 30 m2. De este modo dan lugar a diferentes tipologías: estudios, apartamentos o grandes viviendas dúplex.
Sede del Instituto del Patrimonio Cultural de España, Madrid (1970)
La Sede del Instituto del Patrimonio Cultural de España, situado en la Ciudad Universitaria de Madrid, se conoce popularmente como la Corona de Espinas debido a su forma circular recortada por grandes picos. El edificio data de 1970 y es obra de los arquitectos Fernando Higueras y Antonio Miró por encargo de la administración pública.
El inmueble, construido mediante una estructura modular de hormigón armado, se inscribe en un círculo de 40 metros de radio dividido en 30 gajos principales. Consta de cuatro plantas circulares, conectadas verticalmente por dos núcleos y un claustro. Pese al impacto e incomprensión que el proyecto generó inicialmente, actualmente es uno de los edificios más reconocidos de la arquitectura madrileña considerado Bien de Interés Cultural.
Si te gusta este estilo arquitectónico, no te puedes perder The Brutalist; una película donde todo es colosal. Puedes leer la reseña de Diariodesign en este enlace.