Oda a las texturas en este pequeño piso en Santa Cruz de Tenerife
Jorge Díaz Estudio ha dado una nueva vida a un angosto piso de los años 70 en Santa Cruz de Tenerife. En apenas 71 metros cuadrados, el arquitecto ha creado una vivienda que pone en valor materiales y texturas desde la creatividad y la austeridad.
El punto de partida
En origen, la vivienda presentaba una distribución rígida y oscura, característica de los pisos de la época. Su iluminación y ventilación dependían únicamente de dos pequeños patios interiores. Por eso, Jorge Díaz comenzó la intervención con un objetivo claro: liberar el espacio, anteriormente atrapado en una maraña de particiones que ahogaban la luz natural.
Durante este proceso, aparecieron elementos preexistentes que hablaban de la memoria arquitectónica del edificio. Sobre ellos, el arquitecto construyó una nueva narrativa espacial a partir de un presupuesto ajustado, en la que los materiales responden a una búsqueda incesante del equilibrio entre estética y funcionalidad, entre pasado y presente.
Austeridad creativa: cuando menos es más
La nueva distribución parte de la simplicidad como premisa. De esta forma, Jorge Díaz libera el espacio de elementos superfluos para conseguir una distribución generosa y flexible que respire con naturalidad. Así nace una pieza central compacta, que alberga el baño, el aseo y el almacenamiento, para articular el espacio.
A su alrededor, la vivienda se abre con amplitud hacia las zonas comunes. En ellas, la cocina y el comedor se funden en un espacio continuo donde una isla de mármol de Carrara se convierte en el eje funcional y estético del hogar. Así pues, esta nueva organización, aparentemente sencilla, propone una compleja reflexión sobre las formas de habitar.
Encuentro de materiales y texturas
Más que un espacio, esta pequeña vivienda en Tenerife se presenta como una oda a la materialidad. El pavimento original de terrazo se conserva y se realza con delicadeza. Entre ellas, las marcas de unos antiguos muros de carga se rellenan con inserciones de mármol, reinterpretando el arte del kintsugi japonés. Este contraste entre los materiales cose el suelo, potenciando su dualidad.
Además, donde el terrazo no pudo recuperarse, Jorge Diaz ha introducido una gran riqueza cerámica. Las baldosas en color terracota se extienden por suelos, zócalos y bancos para establecer un cálido diálogo con la memoria de la casa.
En contraste, una cerámica esmaltada en tonos mostaza rompe con la sobriedad a golpe de color. El resultado es una exuberante paleta material y cromática que llena la vivienda de creatividad, luminosidad, calidez y alegría.
Escenografía de aires brutalistas
El interiorismo de la vivienda no habla solo de funcionalidad. También es dramatismo y espectáculo. En su interior, cada elemento contribuye a generar una puesta en escena, en la que la luz, los materiales y las texturas componen un relato visual repleto de matices.
El espacio se viste con una honestidad material descarnada. Por una parte, las instalaciones se dejan a la vista, trazando líneas que recorren los muros con una contundencia casi brutalista. Por otra, la iluminación ha sido diseñada desde las paredes, evitando falsos techos para respetar la altura original de la vivienda.
Para reforzar el carácter teatral del conjunto, Jorge Díaz ha introducido unas largas cortinas de terciopelo que flotan en el espacio. Estos elementos versátiles son capaces de transformar la geometría del hogar y dividir o unificar zonas según las necesidades de cada momento.
Fotografía: Silvia Gil-Roldán