Esta casa de pescadores en Cadaqués evoluciona con el tiempo sin perder su esencia
En el corazón de Cadaqués (Girona) se alza una antigua casa de pescadores transformada por el estudio de la arquitecta Beatriz Portabella. El resultado es una vivienda contemporánea que realza su esencia histórica.
Entre la historia y la modernidad
Con más de un siglo de historia, esta vivienda ha sido testigo de la evolución de Cadaqués, albergando desde pescadores hasta un cuartel de la Guardia Civil. «El reto consistió en lograr un equilibrio entre la conservación y la modernización, manteniendo el alma del edificio intacta«, explica Beatriz Portabella, arquitecta.
Su estructura original de muros de carga de piedra de 50 cm., los forjados de vigas de madera y la bóveda catalana en la planta baja han sido meticulosamente restaurados. El resultado es una intervención arquitectónica que no solo rescata su esqueleto en ruinas, sino que también reinterpreta los espacios para responder a las exigencias de la vida contemporánea.
Una nueva distribución que prima la luz y la ventilación
La casa se organiza en cuatro plantas, cada una diseñada para maximizar la luz y la ventilación natural. La planta baja, abovedada y con un pequeño patio auxiliar, se ha convertido en un espacio versátil para juegos infantiles o almacenamiento de material náutico.
En la primera planta, el salón, la cocina y el comedor conviven en un espacio abierto, conectado visualmente mediante nuevas aperturas en los muros de carga. Estas aberturas, junto con la gran ventana al patio, permiten que la luz fluya, generando un ambiente dinámico y acogedor.
La segunda planta está dedicada a las habitaciones, con un diseño que prioriza la privacidad y el confort. En la tercera planta, una terraza con vistas al mar sirve de mirador.
Materiales nuevos conviven con los de origen
La combinación de materiales tradicionales con elementos contemporáneos es clave en esta casa de pescadores en Cadaqués. Se recuperaron los suelos de cerámica original, mientras que las paredes de cal blanca añaden frescura y regulan la humedad, propiedades esenciales en un clima mediterráneo.
La madera de iroko, resistente y elegante, supone un aporte extra de calidez en carpintería y mobiliario a medida; al mismo tiempo que contrasta con el blanco predominante de las paredes.
Respeto por la identidad
A pesar de la transformación interior, la fachada original se ha mantenido fiel a su diseño tradicional. Las carpinterías han sido restauradas y recolocadas, logrando que la intervención dialogue con la historia sin perder su carácter auténtico.
Este proyecto es un ejemplo de armonía entre tradición y modernidad. La renovación no solo ha dotado a la vivienda de mayor funcionalidad y confort, sino que también ha conseguido preservar su alma mediterránea. Una casa que evoluciona con el tiempo, sin dejar de ser ella misma.
Fotografías: David Zarzoso