The waterdog. Klaarchitectuur coloniza una antigua capilla.
Cuidadosamente diseñada, la intervención ofrece a sus habitantes un entorno agradable e inspirador, donde el acto rutinario de trabajar se convierte en una experiencia espiritual que mejora su calidad de vida. Un espacio donde conviven pasado, presente y fufuro, que desafía la imagen aburrida y sin imaginación de la oficina tradicional.
Un edificio para la comunidad
«Queríamos que este edificio pudiese volver a vivir y servir a toda una comunidad» explican desde Klaarchitectuur. Para los arquitectos ha sido fundamental resaltar el papel crucial que el espacio original, con múltiples funcionalidades, ha desempeñado en la vida de los vecinos. Un objetivo que logran creando una gran sala abierta y de encuentro en el corazón de la antigua capilla.
Para mantener el edificio histórico intacto, se apostó por crear una nueva construcción desde cero, completamente separada del edificio. Un volumen exento, que en ningún momento trata de reproducir la arquitectura de la iglesia original. Su geometría minimalista y una paleta cromática reducida al mínimo contrastan con unos muros originales llenos de historia.
Cuatro cajas apiladas en vertical
En el interior, cuatro cajas apiladas irregularmente y conectadas por una escalera dan forma a la oficina. En torno a ellas se genera un espacio abierto y multifuncional, perfecto para albergar un amplio espectro de actividades urbanas. Además, la distribución de los distintos departamentos en plantas diferenciadas potencia la fluidez visual y espacial.
Las cajas albergan en su interior salas de reuniones y áreas de trabajo. Situada justo debajo de la estructura de madera original, la más alta atraviesa la cubierta. Los suelos de parqué de roble aportan calidez al espacio.
Detalles metálicos, en clara alusión a la iconografía cristiana, decoran el interior. En el centro del espacio y bajo la decolorada cúpula azul original, una isla de cocina en tonos dorados simula un altar tradicional. Junto a ella, una estantería en forma de crucifijo proporciona espacio para guardar los utensilios de cocina.
La catalogación de la capilla como edificio protegido condicionó desde un principio la intervención. «Se trataba de encontrar soluciones creativas a los desafíos típicos que surgen en la rehabilitación de cualquier edificio histórico» señalan los arquitectos. Para ellos, «cualquier restauración sobre la estructura primitiva del edificio hubiera causado un daño irreversible sobre su rico pasado». Por ello optaron por preservar el edificio histórico en toda su gloria, conservando intactos los detalles que muestran el paso del tiempo.
Fotografía: Toon Grobet y Flos & Beeldpunt