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Mariola Montosa
8 febrero 2013

Island Retreat, un elegante refugio familiar en Nueva Zelanda en forma de campamento autosuficiente.

Island Retreat, una casa de vacaciones situada en la isla de Waiheke, Nueva Zelanda, es la prueba de cómo los contrastes pueden crear armonía y elegancia. Cristal y cemento. Un salón cálido con vistas a un horizonte salvaje. Una estructura que expone y protege a la vez. Aislado y autosuficiente. Y destinado a una familia pero pensado como si fuera un campamento.

El estudio neozelandés Fearon Hay Architects es el autor de este complejo situado en lo alto de la Bahía de Matiatia, con vistas al mar y las verdes colinas de los alrededores.

El refugio está formado por tres módulos independientes, una original piscina y el patio que resulta en el medio.

El proyecto se concibió como un campamento, de modo que cada una de las viviendas alberga una función diferente. Una es para el salón y la cocina, en otra están los dormitorios, y la última sirve de estudio. En total, 375 metros cuadrados construidos.

Las cubiertas, por su parte, persiguen las líneas de las tiendas de campaña de los campamentos y están tensadas con cuerdas ancladas al suelo.

Aparte del efecto estético, este recurso permite que las cubiertas descansen sobre estructuras hechas de hormigón, aluminio y materiales tan frágiles como el cristal.

Si bien estos tres materiales están presentes en todos los módulos, unos predominan sobre otros según la vivienda de la que se trate. En la zona residencial, el cristal es protagonista, si bien las zonas más privadas como la cocina o las zonas de tránsito quedan ocultas detrás del hormigón. En los dormitorios y el estudio impera la mezcla de cemento y aluminio. Destaca también la piscina, en forma de balsa cuadrada y realizada completamente de hormigón.

Los materiales buscan la sintonía con el paisaje. Por una parte, son acordes a la naturaleza salvaje de la zona y, sobre todo en el caso del cemento y el aluminio, sirven de muros de protección para una climatología variable, la cual por cierto ha obligado a enfatizar las ondulaciones del terreno para que actúen a modo de parabanes. Por otra parte, las pantallas de cristal que envuelven parte de las estructuras permiten contemplar las vistas de manera panorámica.

El refugio, alejado de otras residencias, es prácticamente autosuficiente y sostenible. El uso de recursos externos es mínimo. Cuenta, entre otros, con paneles solares para obtener electricidad y sistemas para almacenar el agua de las lluvias y controlar las aguas residuales. Los materiales, sobre todo en el caso del cemento, actúan como aislantes.

La dureza de los materiales externos contrasta, sin embargo, con el confort del interior y con elementos que aportan calidez al exterior como las chimeneas centrales abiertas del jardín o la de la terraza del salón.

En el salón destaca, por cierto, la zona de los sofás y la chimenea, hundida respecto al nivel del suelo del resto del módulo y a la cual se accede mediante unos pequeños escalones.

Los materiales son, una vez más, los encargados de crear el contraste dentro/fuera. La interiorista Penny Hay ha combinado las paredes de hormigón y muebles de hierro con sofás acolchados de cuero, tejidos orgánicos para los dormitorios y madera natural para mesas, armarios o los rústicos cabezales de la camas.

Poco color para el interior. Blancos, cremas y marrones crean un ambiente neutro junto al gris de los suelos y las paredes. El negro, sin embargo, destaca en el cuarto de baño del dormitorio principal.

Fotografías: Patrick Reynolds

 

 

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