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Las matemáticas y la música se reflejan en la fachada de la Academie MWD de Dilbeek, diseño de Carlos Arroyo.

Esta academia de música, interpretación y danza se sitúa en Dilbeek, una pequeña ciudad del oeste de Bruselas que representa el papel de sede cultural oficiosa del cinturón "neerlandófono" de la capital belga. En esta localidad se encuentra el Centro Cultural Westrand con sus distintos equipamientos, y la recién inaugurada Academia MWD refuerza esta polaridad, ofreciendo además de enseñanza, un auditorio-teatro.
El nuevo edificio se sitúa en el centro de Dilbeek, en un contexto difícil por la variedad de situaciones adyacentes: al sur, la plaza mayor (Gemeenteplein) con el ayuntamiento y los restaurantes locales; al oeste CC Westrand, con los volúmenes monumentales del edificio brutalista de Alfons Hoppenbrouwers; hacia el norte Wolfsputten, un área protegida de bosques naturales; y hacia el este un compacto grupo de villas suburbanas con cubiertas a dos aguas según la imagen arquetípica de la granja.

Para el autor del proyecto, el arquitecto madrileño Carlos Arroyo, la cuestión que se planteaba era cómo armonizar las distintas situaciones y al mismo tiempo producir un edificio con una calidad propia.

De esta manera el proyecto se genera a partir de tres decisiones fundamentales. En primer lugar, determinó dar una importancia prioritaria a la volumetría del nuevo edificio, que es una transición suave entre la escala de las viviendas unifamiliares y la imponente presencia del CC Westrand.

Después, prestó atención a la forma. Las cubiertas a dos aguas a lo largo de la calle reflejan las casas del otro lado, pero convirtiéndose en un gran voladizo que mira a CC Westrand cara a cara.

En tercer lugar, se centró en la función. La única entrada es por el lado Westrand. Nada sucede en los perímetros más domésticos, ni los más naturales. Sólo en el lado que mira al centro cultural, donde el auditorio se levanta del suelo, creando un espacio público cubierto ante el acceso a la academia.

Por último, trabajó con la imagen exterior. La fachada dinámica crea un efecto óptico. Si se camina hacia los árboles, se ven árboles. Es una imagen de Wolfsputten. Si se camina en la dirección opuesta, se ven los colores de Hoppenbrouwers.

Alfons Hoppenbrouwers, el arquitecto de CC Westrand, era un experto en colores. Dedicó gran parte de su tiempo a la pintura, y de hecho, la fachada del nuevo edificio, si uno se dirige hacia el de Hoppenbrouwers, se basa en una de sus pinturas. Su trabajo bidimensional es una combinación de matemáticas y color. Líneas, medidas, geometría, ritmos, color y textura. Esos son también los ingredientes de la música, y de hecho varios de sus cuadros son interpretaciones de piezas musicales, como el que compone el alzado de la Academie. Es el Canon a 36 voces del polifonista flamenco Johannes Ockeghem.

 

El resto del cerramiento reproduce los mismos ritmos, pero en paneles metálicos con distintas texturas de acabado, que reflejan el cielo y el bosque.

A nivel funcional, al elevarse el auditorio en voladizo sobre el espacio público cubierto, aparece una entrada transparente que conduce al vestíbulo principal. Éste está por lo tanto en el centro del edificio, lo que facilita separar la función pública del auditorio y la función más íntima de la Academia. Ambos comparten los principales servicios, recepción, guardarropa, aseos y camerinos, que también están conectados directamente con el escenario del auditorio en el nivel superior.

Las aulas, sala de ballet y la sala de orquesta están dispuestas en dos niveles con una espina central que recoge la estructura, los servicios técnicos, y la circulación, a lo largo de un corredor cuyo ancho permite maniobrar pianos de cola y reorganizar la equipación de las aulas.

Por otro lado, el Placemaking es uno de los motores del proyecto. El espacio público cubierto bajo el vuelo del auditorio es un claro ejemplo: ya desde antes de terminar el edificio, este espacio viene siendo utilizado por asociaciones locales en actividades de fin de semana. En el interior, el vestíbulo principal puede utilizarse para recepciones, que pueden apoyarse en la cocina de la sala de profesores a través de una puerta directa.

En el otro extremo del edificio hay otro espacio claramente reconocible como lugar abierto, una escalera doble con bancadas y vistas al bosque. Es fácil imaginar gente sentada en los bancos, tal vez esperando que empiece una lección, o que alguien termine sus prácticas, o simplemente conversando.

Por último, a nivel energético la forma compacta permite disminuir la relación superficie / volumen y la pérdida de energía. Los delgados muros de carga son visibles en el interior del edificio, proporcionando buena inercia, y se cubren con una gruesa manta continua de aislamiento en el exterior, donde es más eficiente. Las paredes de separación entre clases son también masivas, tanto para la inercia térmica como para el aislamiento acústico necesario.

Las ventanas están dispuestas para proporcionar la máxima cantidad de luz natural difusa. Incluso el auditorio puede funcionar con solamente luz natural.

Las aletas de la fachada sureste permiten capturar la luz en el interior que refleja desde diferentes ángulos. Los interiores son blancos para reflejar la luz en todas las direcciones.

Los materiales de construcción fueron seleccionados para garantizar el máximo respeto al medio ambiente. La estructura horizontal es de madera laminada, certificada FSC. Los detalles constructivos son simples, los materiales no están recubiertos, y el acabado es una simple capa de pintura blanca que muestra la textura de la materia sobre la que se aplica.

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Fotografías: Miguel de Guzmán

 

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