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Mariola Montosa
7 enero 2013

¿Una escuela musical encima de una biblioteca? En el Centre Cultural Can Fabra lo han conseguido.

Una escuela de música y una biblioteca son dos elementos que, en teoría, necesitan ir por separado. Pero en el Centre Cultural Can Fabra, en Barcelona, han logrado que ambos estén separados por tan sólo un piso de diferencia sin que la sonora actividad de la escuela afecte al espacio de lectura.

La intervención del estudio Dom arquitectura ha sido fundamental para que la tercera planta de una antigua fábrica textil reconvertida en centro cultural pudiera acoger la Escuela Superior de Estudios Musicales que imparte la Fundació Privada Taller de Músics dadas las características del piso de abajo.

El arquitecto Pablo Serrano se enfrentaba, además, a otro reto: aprovechar al máximo un espacio diáfano de 1.273 m2 para poder cumplir con el número de aulas y superficie mínimas que requiere una escuela de enseñanza superior.

Al final, la solución para lograr un buen aislamiento, evitar vibraciones y obtener una acústica buena consistió en evitar el contacto de las aulas con la fachada y las carpinterías exteriores.

Cada aula se ha formado como un volumen independiente, separado de la fachada y de la cubierta existente, y separados entre sí y del forjado.

De este modo, cada caja queda aislada, sin ningún contacto con el resto, creándose al mismo tiempo un acceso perimetral y una circulación cómoda alrededor de ellas.

Las aulas, además, han sido selladas con elementos elásticos y absorbentes para reforzar el aislamiento acústico y evitar así cualquier transmisión de sonidos y vibraciones entre ellas.

Una vez resuelta la estructura, el estudio se centró en el diseño, el cual querían que plasmase  el espíritu de la música. Cualquier elemento les ha servido para inspirarse. Los instrumentos, las notas, los ritmos, las pausas, los acordes, pero también las necesidades del músico.

El interior de las aulas, por ejemplo, es austero para favorecer la concentración del músico. Es por ello que predominan  los tonos grises combinados con el blanco. Las instalaciones, por su parte, se han dejado a la vista para no agujerear el aislamiento de estas cajas acústicas.

Para las zonas comunes optaron, en cambio, por símbolos musicales. Por ejemplo, el falso techo de lamas, a modo de pentagrama continuo o las cuerdas de un piano.

Los espacios comunes se plantearon, además, a través de unos alzados con ritmos continuos muy marcados, los cuales generan un degradado mediante paneles de formica de colores armónicos y relajados.

Fotografías: Jordi Anguera

 

 

Escola Superior d’Estudis Musicals Can Fabra
Centre Cultura Can Fabra
Segre, 24-32
08030 Barcelona
www.bcn.cat/canfabra

 

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