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José Giménez
15 enero 2011

Una arquitectura pensada para que los niños se eduquen en la naturaleza.

Entre parques y pequeñas colinas, a las afueras de Yokohama (Japón), el estudio de arquitectura de Takeshi Hosaka ha concebido un micromundo en el que se difumina la distancia entre lo natural y lo artificial, una guardería para educar a los niños en la naturaleza.
Los jóvenes arquitectos japoneses se han convertido en los principales valedores de la tradición nipona, a su constante reinvención de la casa típica o la concepción del espacio, que es algo más espiritual que eso que torpemente llamamos “minimalismo”, se une una vocación por el respeto a la naturaleza y la construcción que podríamos definir como social, no por su ideología sino por abrir los espacios interiores al exterior, preferiblemente en un diálogo constante con la naturaleza.

Takeshi Hosaka, descubierto internacionalmente gracias al restaurante Hoto-Fudo a los pies del Monte Fuji, es uno de los máximos exponentes de esta tendencia. Su trabajo en la Hongodai Christ Church School & Nursery, que integra una escuela infantil privada y una guardería, es un tratado arquitectónico de los nuevos pilares de la arquitectura nipona; presencia integradora de la naturaleza, uso de materiales artificiales y naturales con vocación de invisibilidad y, sobre todo, luz.

Que este edificio educativo se haya construido en Yokohama tampoco es una casualidad. Esta región se convirtió en las últimas décadas en un área residencial, donde buena parte de la población se traslada a diario a trabajar a Tokio, si bien, el rápido crecimiento de su núcleo económico la convirtió en una seria aspirante a competir con la capital como centro de negocios. Y que se tradujo en un distrito poblado de rascacielos de reciente construcción y situado al lado del puerto, el Minato Mirai 21, donde destaca especialmente la Landmark Tower, el rascacielos más alto de Japón, superando en altura al edificio del gobierno metropolitano de Tokio.

De ahí que la concepción -y ubicación- de esta guardería parezca más una declaración de principios que avanzan una nueva era arquitectónica en la que las relaciones sociales y la concienciación medioambiental serán los nuevos retos a afrontar. El modelo de urbe contemporánea es caduco.

Así, el edificio de Takeshi Hosaka se estructura mediante marcos de madera y acero que sustentan las grandes láminas de cristal, al tiempo, que se erigen como la única barrera visual de una construcción diáfana pensada para que los niños disfruten del espacio y la luz, tanto interior como exterior -gracias a los porticos- en todo momento. Un espacio concebido para que  los más pequeños almuercen y lean bajo los árboles, duerman la siesta con la brisa marina, y gocen de la luz natural en cualquiera de las dos plantas que estructuran ésta escuela de tendencia protestante.

Y todo ello en un edificio que se concibe mediante una cuadrícula simple, en la que los marcos de acero se mezclan con la madera para diluirse y reducir el impacto visual en el conjunto, además de para reforzar la estructura ante los habituales terremotos que sacuden esa parte del país. De hecho, este edificio utiliza un nuevo tipo de sistema de amortiguación transparente denominado «sísmica de vidrio de pared con amortiguador de aceite». No olvidemos que, en Japón, el diseño sismo-resistente es necesario y, en los últimos años, se ha popularizado su incorporación no sólo en los edificios de gran altura, sino también para las pequeñas estructuras, como las residencias privadas.

De esta forma, el edificio no sólo aporta un espacio seguro y confortable para los niños, sino que, gracias a los sistemas de amortiguación instalados, actuaría como un centro de evacuación en caso de un desastre.

Fotografías: Masao Nishiawa

 

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